Opinión | La cafetera de Aspasia

‘Las Chiquitas’ de Julio Romero

Romero de Torres ha recreado a las mujeres con una fuerza magistral

Hemos tardado unos quinientos años en averiguar la identidad completa de Lisa Gherardini: la ‘Mona Lisa’, también conocida como ‘la Gioconda’ (por su marido, Francesco del Giocondo).

Por respeto, quizás, al tremendo papel que ha tenido la mujer como modelo en la historia del arte, deberían haber sido más estudiadas estas mujeres que, cuando posaban, estaban condenadas al anonimato en la mayoría de las ocasiones, incluso siendo también artistas. Sin ellas, no habría historia de la pintura. Sus cuerpos han servido para tratar desde la mitología (en miles de Venus) hasta el espacio o la teoría de la relatividad en Las señoritas de Aviñón. De hecho, este cruel olvido asociado a la identidad femenina, normalmente, les alcanzaba incluso como autoras. Si eras pintora, escultura o miniaturista... eras olvido. Es lo que había. Ya podías tener la fuerza de una Artemisia Gentileschi o de una Sofonisba Anguissola que, aunque triunfaras en vida, se olvidarían de ti.

Por ello, con motivo del 150º aniversario del nacimiento de nuestro pintor más célebre -Julio Romero de Torres- quizás sería un buen momento para recordar a esas mujeres que, con su identidad, su fuerza y su valentía le cedieron parte de su esencia para permitir que su obra fuera más allá de la representación o mímesis.

En una época en la que no era fácil ser mujer, debió de ser un ‘papelón social’ posar para el pintor. Pensar en esa María Teresa López, una niña de unos trece años que en 1930 agarraba un brasero de picón con esa pose, debió ser un acto heroico. El cuadro no sólo recrea cierto erotismo, sino que es altamente desafiante. De hecho, esa misma pose ya aparece en una esquina de su obra Vividoras del Amor que hizo ya en 1906, donde ya puso una figura en clara similitud compositiva con la Chiquita.

Romero de Torres ha recreado a las mujeres con una fuerza magistral, desde La niña torera hasta jóvenes fallecidas. Hay pocas composiciones tan potentes en su obra como ¡Mira qué bonita era! de 1895, que parece un drama lorquiano en sí mismo. Todas ellas (Manola, Rosarillo, la Condesa de Casa Rojas, Ángeles, Fuentesanta, Raquel Meller, Isolina Gallego de Zubiaurre, Concepción Ruiz Frías, Carmen Casena, Adela Carbone, Socorro Miranda, Matilde Vasconi Cobos, Conchita Jiménez, Pastora Imperio, Mabel Rick, María Esparza, Amalia Romero de Torres, Rafaelita Ruiz, Carmen de Burgos, Nieves, Amparo y un larguísimo etcétera...) hicieron de su obra una producción única.

Por todo ello, el Museo Thyssen acierta poniendo a este autor y a María Teresa, la ‘Chiquita Piconera’, en el punto de foco. Es de justicia no olvidarse de ellas.

*Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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