Toros

‘Morantes’ y ‘Roca Ley’ cabalgan en Los Califas

El torero peruano corta tres orejas y sale por la puerta grande en el último festejo de la Feria de Córdoba

Francisco Javier Domínguez

Francisco Javier Domínguez

Feria de Córdoba

Ganado: cinco toros de Domingo Hernández y uno de Garcigrande, misma casa ganadera. Escasos de presencia, sosos y deslucidos en líneas generales; el sexto, con la nobleza típica del medio toro.

Morante de la Puebla: estocada caída y abajo (palmas) y media abajo (bronca).

Juan Ortega: estocada (ovación) y dos pinchazos, uno hondo (ovación).

Andrés Roca Rey: estocada (oreja) y estocada desprendida (dos orejas).

Plaza: Los Califas de Córdoba. Más de tres cuartos de entrada en tarde agradable. Se han desmonterado tras banderillear Joao Ferrerira, Viruta y Paco Algaba.

Morante de la Puebla, a partir de ahora, Morantes (por lo que fue antes), y Roca Rey, rebautizado en este texto como Roca Ley, son los protagonistas de una película en la que el sevillano es el villano, valga la rima, y el peruano el sheriff. Juan Ortega es el pacífico granjero de Oklahoma que se fuma un puro en la puerta de la cabaña mientras espera que grane la cosecha de maíz. Falta la banda sonora de Ennio Morricone, aunque su ausencia la palía la agrupación titular de la plaza, que toca hasta cuando el pistolero está muerto. El guion de la tarde se puso tenso porque Morantes hizo de las suyas y Ortega no pudo ir más allá de su lote escaso de casta, pero llegó Roca e impuso su ley. La de la espada, la de la disposición, la del tesón. Y cortó tres orejas. En su línea Roca Ley, dos tandas ajustadas en el último, un por aquí me lo saco, un por aquí me lo llevo y un derroche de voluntad. Y pum. Espadazo. Roca Ley es sheriff porque marca la diferencia y sus balas son de plata. La placa no la regalan.

Quienes se atreven a colonizar Los Califas en días como hoy están hartos de aguantar a los taurinos. Y quizá no lo sepan. Porque no tengo yo muy claro que los más de 10.000 que poblaron Los Califas sean conscientes del atraco al que los sometieron unos tipos que cobran fuerte y montan un lío fraudulento de presentación, pitones, actitud… Ciudad Jardín, Vistalegre, El Tablero se vieron con los bares llenos. De Sevilla, de Madrid, de Málaga, de toda la provincia. El toreo es mérito y emoción. Es lo imposible. Es el miedo. Son los valores del arte ligados con el compromiso vital. Pero el engaño es mayúsculo. Todavía me pregunto cómo se atreven. Una y otra vez. Cómo lo hacen para que la plaza se llene como hoy al reclamo de tres figuras y de una ganadería… Pero es que al final resulta que la gente se harta, y se harta de aguantar a los taurinos. La corrida ha sido una birria de presencia y de juego, como organizada por un tahur del Mississipi.

Roca Rey sale por la Puerta de Los Califas tras cortar dos orejas en el último festejo de la Feria de Córdoba.

Roca Rey sale por la Puerta de Los Califas tras cortar dos orejas en el último festejo de la Feria de Córdoba. / Ramón Azañón

Menos mal que Roca Ley ha hecho el esfuerzo en el sexto. Con poco, ojo, que la cosa no ha sido para tirar salvas de revolver, el peruano es la base sobre la que se asienta el toreo actual y eso es porque ante una corrida sin presencia, sin fuerza y sin casta, consigue llevar a los tendidos la emoción suficiente para cortar tres orejas que, aunque en clave muy muy menor, le sirven para puntuar, para hacer una nueva muesca en su Colt 45. 

Morante no ha estado porque esta temporada es Morantes. El sábado se justificó, el domingo, sustituyendo, nos ha decepcionado. Apenas algún detalle con el capote, un destello en el primero con la muleta… Mitin en el segundo. Morante ya no es Morante, que es su doble Morantes. Le pitaban hasta los oportunos quites que realizaba como director de lidia en el quinto. Era el malo en Sad Hill. Y el personal no lo quería ni ver.

El alcalde de Córdoba, José María Bellido, entrega el Trofeo Manolete al torero Roca Rey.

El alcalde de Córdoba, José María Bellido, entrega el Trofeo Manolete al torero Roca Rey. / Ramón Azañón

A Juan Ortega le hemos visto chispazos de arte, pero ya. Su lote, anovillado, manso y sin casta, le dejó la puerta abierta para compases lucidos. Lástima que no hayan ido a más en la muleta sus oponentes porque Juan Ortega, el hombre tranquilo al que retrató Wayne en Irlanda, ha querido, y aunque todo estaba a favor para empujar, su tarde se quedaba en la imposible levedad del artista que se frustra sin pintura para decorar el lienzo. Ha tenido más material en el quinto, con un inicio por abajo torerísimo, pero conforme intentaba componer la faena, se quedaba a medias porque no tenía oponente.

Y al final Roca Ley. Roca Ley, que en el primero de su lote no ha podido más que realizar un esfuerzo ante el inamovible de Hernández, ha desplegado toda su fibra y su pundonor en el sexto. La cosa no ha sido de época, ni siquiera ha cuajado su mejor tarde. Pero en el desierto donde campan los Morantes y aquellos que trafican con la ilusión de los que llenan el tendido a una media de 80 euros, Roca impone una ley incontestable, la del honor, la de la placa de sheriff. Y luego discutimos, que si la suerte, que si el compás… Nada. Que ha pasado la feria y si no viene Roca Ley, todavía siguen campando los bandidos por el horizonte de Los Califas.

Paseíllo este domingo en la Feria de Córdoba.

Paseíllo este domingo en la Feria de Córdoba. / CÓRDOBA

Al final, a Roca Ley se lo han llevado a hombros por la Puerta de Los Califas y el ruedo se ha llenado de chavales enloquecidos con su presencia. Los más de 10.000 van a volver a su reclamo, seguro, pero a nosotros no se nos olvida que más allá de la vigilancia del sheriff, todo lo ocurrido estos días ha sido una cabalgada de truhanes, de ganaderos que han traído toros y novillos impresentables, de aquellos que han perpetrado una feria a menos, que mantienen una línea muy decepcionante de una plaza que seguirá llenando solo cuando venga el sheriff y alguno más. Sin toreros, sin criterio en la autoridad, sin apuesta de la empresa, Córdoba seguirá cerrando su feria cuando empieza la fiesta en El Arenal. Nada nuevo bajo el sol, forasteros.

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