Opinión | La cafetera de Aspasia

Agua que piensa, agua que mata

El naturalista Joaquín Araújo nos definió, en una publicación del año 2022, como ‘agua que piensa’. No es casualidad que, en la Antigüedad, ya desde autores de la talla de Tales de Mileto, fuera considerada el primer elemento.

Así, tiene pocas objeciones el planteamiento de Araújo salvo, quizás, señalar que además de ser agua que piensa, también somos agua que escribe, que siente, que dibuja, agua que pinta, que ama e --incluso-- agua que mata... no tenemos más que mirar alrededor y observar el espectáculo bélico que danza por el mundo; un ruido que, en su modo visual, nos anestesia (como diría Susan Sontag) ‘ante el dolor de los demás’. Podemos ser agua violenta que lanza misiles.

En España, también podemos ser un agua que insulta. No tenemos más que asistir al lamentable espectáculo de nuestras principales cámaras legislativas, el Parlamento y el Senado. Da igual a qué partido pertenezcan esas aguas: la marea, marejada, barros y lodazales que generan en sus fluidos movimientos son lamentables. Entonces el agua se vuelve turbia, torpe, cruel, de modo que no sabe ni argumentar sin recurrir al insulto, la sospecha y la salpicadura. El agua política se ha vuelto ejemplo de nada. Sus actitudes son la traición al gobierno de todos, al bien común, al proyecto colectivo, al futuro... aguas que te llevan a preguntarte qué hacen salvo insultarse, amenazarse o celebrar elecciones. Aguas que nos convierten a los ciudadanos en Ofelias a lo Millais: inertes, flotando, sin vida a pesar de la belleza que nos rodea.

Menos mal que siempre hay agua extraordinaria, las aguas que sí merecen que tu alumnado tome como ejemplo, que son ciudadanos a los que mirar, aguas a las que dirigirse. En Córdoba, por ejemplo, tenemos a Elena García, pediatra del hospital Reina Sofía que va a ser la primera mujer en el cargo de directora médica de dicho hospital. No la conozco, pero me la imagino como una Poseidón controlando todos los elementos que habrá tenido que lidiar en su vida desde que fue alumna. Porque el historial de esas aguas suele ser coincidente. Así que enhorabuena a estas aguas que son ejemplo, que saben congelarse o evaporarse para adaptarse al entorno, y que siguen adelante sin ser ejemplo de vulgaridad. Nuestra clase política tiene mucho que aprender de ellas.

* Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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