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Presidenta

Favoritísima. Las encuestas no solo anticipaban su victoria, sino que pronosticaban una holgada mayoría que le permitiría pasar absolutamente de Vox. Estaba a punto de convertirse en la primera presidenta del Gobierno de la historia de España porque ella lo valía. El camino hasta la cima no había sido nada fácil aunque pudiera parecerlo.

Recordaba lo mucho que le había costado abrirse paso en una organización tan endogámica como la del PP madrileño. Carecía de contactos en las altas esferas y de apellidos compuestos, pero poseía instinto depredador. Era un «animal político» según su entusiasta jefe de gabinete. No podría haber sido cabeza de lista en aquellas elecciones de 2019 si no hubiera sido por el apoyo del por entonces mandamás nacional del partido. Una pena haber tenido que quitárselo de en medio. Él solito se lo buscó aquel día en la Cope cuando puso en tela de juicio tan alegremente las cuantiosas comisiones obtenidas por al hermano de la ahora todopoderosa gracias a las mascarillas pandémicas. Le salió el tiro por la culata. Ea. Por listo. De trapicheos nada. Emprendimiento, chaval, se llama emprendimiento. Emprendimiento, sinergias y visión de negocio. Que pase el siguiente.

La despiadada cacería no era nueva para ella. Ya sabía que estaba expuesta al todo vale de los medios progres. Antes de lo de su hermano fue lo del préstamo medio público de su padre. Calumnias. Calumnias como lo de los abuelitos palmando en las residencias, más calumnias que no hacían sino reforzar su prestigio. Y su carisma. El mismo carisma que relució en todo su esplendor cuando le dio vida a la hostelería medio muerta de su región. El mismo carisma que quedó constatado en las urnas: de 30 diputados a 70 en cuatro años. Lo había conseguido. Los de Vox no habían podido comerle el terreno. Ella no era derechita cobarde. Ella era una defensora de la libertad sin complejos. Y si había que relativizar los efectos del cambio climático o darle caña al feminismo histérico o insultar a un presidente desde la tribuna de invitados del Congreso, pues se hacía. Y punto.

Luego vino lo de su novio. Igualito que lo de su hermano. Más mierda. Aquello erosionó una relación que acabaría rompiéndose meses después. Luego, en 2026, también vinieron las elecciones nacionales, otro fiasco del PP (ganador de los comicios pero perdedor por aislamiento parlamentario) y su papel de salvadora del partido y de la patria por aclamación popular.

Después de una agotadora campaña, la noche previa a las votaciones cena con su actual pareja. No solo es una noche importante por razones políticas. Ambos saben que es el momento de dar un paso adelante en la relación. Él saca un anillo y luego, con un gesto de pícara complicidad, pone encima de la mesa sus declaraciones de la renta de los últimos cinco años perfectamente encuadernadas. Después de ese gesto de romanticismo tributario, ella confirma que ese contribuyente ejemplar es el hombre de su vida.

*Profesor

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