Opinión | Editorial

La epidemia del ruido no cesa

El equilibrio entre ocio, negocio y descanso se ha convertido en uno de los retos de las ciudades

Varios coches circulan por el Vial de Córdoba.

Varios coches circulan por el Vial de Córdoba. / Manuel Murillo

Las ciudades caminan hacia un modelo de sostenibilidad que incluye factores como la mejora medioambiental, la electrificación de la red de transportes, la disponibilidad de servicios a no más de 20 minutos de distancia, la existencia de colegios y centros de salud en los propios barrios y la mejora de la seguridad, entre otros. Todo ello contribuye a elevar la calidad de vida de los ciudadanos en las grandes urbes, donde habitualmente se convive con un elemento que causa distorsiones entre los vecinos: el ruido, un enemigo silencioso que campa a sus anchas y logra sortear las normativas municipales que tratan de poner coto a un mal endémico del siglo XXI.

La celebración del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, el pasado 24 de abril, viene a poner de relieve la necesidad de actuar por parte de las administraciones con el fin de mejorar el bienestar de los ciudadanos. Las estadísticas publicadas en los últimos meses y años subrayan ese déficit, que afecta diariamente al día a día y a la salud de las personas. El estudio Inteligencia auditiva: la importancia de la audición en España, realizado por Oticon, señala que el ruido genera estrés y ansiedad a más de un tercio de la población, un porcentaje que se eleva al 40% en el caso de las mujeres. La mayoría de sufridores se encuentran entre los 35 y los 49 años, según el informe, aunque es entre quienes tienen más de 70 años donde el impacto es mayor. Hay casos en los que provoca pérdida de concentración, irritabilidad o trastornos auditivos, que, en ocasiones, son irreversibles. Otro estudio de Gaes indica que genera importantes problemas de sueño, reduce el rendimiento en el trabajo e incluso puede llegar a deteriorar la memoria y alterar el metabolismo.

Pero el epicentro del problema se encuentra en las ciudades que tienen en turismo una de sus señas de identidad y de generación de empleo, como es el caso de Córdoba. Aunque el problema no ha alcanzado unos niveles de alerta máxima, sí se ha mantenido como un debate recurrente especialmente en periodos del año en los que se celebraban tradiciones populares que conllevan una masiva presencia de personas en las calles. Las asociaciones de vecinos y otros colectivos han clamado en ocasiones contra el ruido. No es la primera vez que exigen que se cumpla la normativa y se limiten los ambientes que perturban la vida cotidiana. En los últimos años no se han introduc ido modificaciones sustanciales en la ordenanza contra la contaminación acústica, aunque sí ha habido cambios en la ciudad que, indirectamente, han ayudado a reducir los problemas de ruido. La pacificación de zonas y la limitación del tráfico son algunas de ellas, si bien queda aún mucho camino por recorrer.

Determinados modelos de negocio en el turismo, como el ligado a las despedidas de soltero, han suscitado el mayor volumen de quejas por ruido y suciedad. La gestión de este tipo de viajes organizados resulta compleja. El control de los comportamientos incívicos en espacios dentro del casco urbano, como está sucediendo en el Mayo cordobés con fiestas como las de las Cruces o los Patios, es clave para que los vecinos de esos barrios vean respetado su derecho al descanso.

El equilibrio entre ocio, negocio y descanso es complejo y se ha convertido en uno de los retos de las grandes ciudades españolas y europeas. Trazar esa ruta comportará beneficios colectivos que serán mayores cuanto antes se actúe.

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