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Usted

Estoy viendo de nuevo ‘Verano azul’. Me resulta interesante esa España de principio de los ochenta: Nerja con pinta de pueblo pueblo, las máquinas de ‘flippers’ en los bares, chavales en bici que se limitaban a decir «por ahí» cuando sus padres les preguntaban dónde habían estado toda la tarde (si es que les preguntaban)... En uno de los capítulos la pandilla conoce a una mujer embarazada. El inaudito hecho de que no tenga un marido como Dios manda para hacerse cargo de la criatura que va a traer al mundo hace que Piraña y compañía se solidaricen con la gestante como si padeciera una enfermedad rara. Cuarenta y pico años después, en 2023, el Instituto Nacional de Estadística informó de que el número de mujeres que fueron madres sin estar casadas superó por primera vez al de las mujeres que lo fueron después de haber contraído matrimonio. Las cosas han cambiado en nuestro país. Mucho. También, como no, en la forma de hablar.

Me llama la atención que Chanquete se dirija a su amiga Julia, aficionada a la pintura por salud mental más que por vocación, siempre de usted, a pesar de la familiaridad que los vincula, a pesar de la confianza que los une y de que ella es mucho más joven que él. Hay mucho cariño, mucha delicadeza en ese uso del «usted» del viejo marinero, una enternecedora caballerosidad chapada a la antigua.

«Usted» es una forma de tratamiento procedente de las sucesivas contracciones del medieval «vuestra merced». Su empleo como marca de cortesía, como muestra de respeto, parece un hábito comunicativo en claro retroceso, incluso en oficios que implican cierta deferencia profesional para tratar con el público. Cada vez es más frecuente el tuteo de quien te atiende en una tienda y no te conoce de nada (cosa que se agradece a partir de cierta edad, todo hay que decirlo). Cada vez es más habitual la falta de coherencia en el uso de «usted» y «ustedes»: te pueden llegar notificaciones que empiezan con cierta solemnidad («Les informamos...») y terminan al borde del colegueo («gracias por vuestra colaboración»).

Solo un porcentaje residual de estudiantes, un mínimo prácticamente anecdótico, me ha tratado de usted a lo largo de mi carrera docente. Cuando he propuesto como reto lingüístico que lo hagan durante un tiempo les ha hecho gracia y se han puesto finolis, remarcando las eses, como si interpretaran algún papel en una obra ambientada en época austrohúngara y tuvieran que hacer algo tan anticuado como una aparatosa reverencia.

Tal y como está el patio, defender que estaría bien exigir al alumnado el uso del «usted» para dirigirse al personal docente y no docente te significaría como alguien un pelín retrógrado, un carca aficionado probablemente a las soflamas mañaneras de Jiménez Losantos. Las razones son variadas y profundas. No caben en este artículo. Ustedes perdonen.

* Profesor

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