Opinión | Foro Romano

Sin móvil hasta 2º de la ESO

Ahora nadie mira a nadie y la vida no se aprende porque parece que ya la hemos aprendido mirando la pantalla del móvil

Los teléfonos móviles, protagonistas de una nueva realidad en las relaciones personales.

Los teléfonos móviles, protagonistas de una nueva realidad en las relaciones personales. / Europa Press

Son estos los momentos de la vida en que nos volvemos a aquellos tiempos en que éramos críos: las vacaciones de Semana Santa, que con las de Navidad y las de Verano le daban una vuelta feliz al calendario. Eran los tiempos del Portal de Belén, de la entrada de la Primavera y de la llegada de los días largos con amaneceres azules y ardientes tardes de siestas, lagartos y albercas.

Lo que soñamos en estos días en que desafortunadamente hemos borrado el periodismo, nos hemos construido nuestra propia información a base de podcast y redes sociales y hemos reducido la vida a los influencers y demás fauna social que se ha creado a partir de internet. Otro mundo, sobre todo para quienes tienen ya cierta edad. Quizá por eso la Junta de Andalucía ha prohibido el uso del móvil en las aulas hasta 2º de la ESO.

A veces es un drama. Vas en el autobús y ya no oyes aquel diálogo de una pareja con síndrome de Down en el que contaban cómo se enamoraron. Ahora nadie mira a nadie y la vida no se aprende porque parece que ya la hemos aprendido mirando la pantalla del móvil, que todo está en Internet. Vas al dentista y nadie coge una revista; vas al médico de cabecera y ya me da hasta vergüenza ir con el periódico de papel porque en este mundo nuevo se hace deporte con los auriculares tapándote la entrada de vivencias. Y entras en un bar a ver el fútbol y en el descanso ni siquiera se «pelean» los partidarios de cada equipo porque no saben qué hacer con la pantalla en pausa ni con sus propias manos sin móvil.

Antes hacía el ejercicio de esperar el autobús y, mientras tanto, observar el movimiento de la gente y llenar de pensamiento el tiempo de espera. Desde que llegaron los móviles, que, por otra parte, son el mayor adelanto del siglo XXI porque te permiten llevar en tus manos toda la cultura del mundo, digo que desde que llegaron los móviles el mundo ha cambiado tanto o más que los bares españoles, que antes eran sobre todo barras donde ibas a desayunar y leer el periódico y charlar unas copas con tus amigos casi todos los días. Ahora son espacios llenos de mesas a los que acudes para almorzar o cenar previa reserva sin que haya periódicos de por medio ni, a veces, lista de tapas en papel.

El confinamiento de los españoles por la pandemia del Covid y la España creada tras los atentados del 11M del 2004, donde el ministro del Interior, Ángel Acebes, nos tachó a muchos ciudadanos de desalmados por descartar que había sido ETA la autora de la masacre de Atocha, han moldeado esta España del siglo XXI en la que la política ha dejado de ser una vocación social por hacer el bien y se ha convertido, desgraciadamente, en la búsqueda de beneficios personales apoyados en ideologías desvirtuadas. El 11M rompió amistades; el covid creo voluntades que sobrevivían en espacios casi inhabitables; pero entre la corrupción y los malos modos volvimos a aquellos tiempos de cuando vivía Franco y todo estaba por construir.

Quizá por eso, por una especie de penitencia cercana la Semana Santa, la Junta ha prohibido el uso del móvil en las aulas hasta 2º de la ESO, no sabemos si teniendo en cuenta que cae en picado la atención en los adultos, que no dura ni un minuto. Según los datos y los estudios, la capacidad para concentrarnos ha caído un 70 por ciento en dos décadas según sentencia uno de los muchos estudios llevados a cabo entre trabajadores intelectuales de 25 a 50 años al estudiar la relación entre el cerebro y la tecnología digital. Lo cual a lo mejor quiere decir que las pantallitas y su mundo tienen un valor innegable, pero que la historia hasta el año dos mil nos ha criado con los ojos educados para buscar el mundo entre el cielo, el mar, los bosques y la tierra, por donde se esconden las estrellas y los peces. Y en esos espacios de tiempo en que nos volvíamos críos porque nos llevaban a las vacaciones de nuestra vida: las del Portal de Belén, las de Semana Santa y las del verano.

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