Opinión | Foro Romano

Cines de verano, patios y periódicos

Los cines de verano pueden aspirar a un título que impida que la especulación los borre del urbanismo inteligente

Un cine de verano en Córdoba.

Un cine de verano en Córdoba. / CÓRDOBA

Me asomo al balcón porque el bullicio de los chiquillos jugando en el patio de recreo del colegio me ha despertado. Se mueven, corren, juegan, gritan, se agachan mientras el maestro de gimnasia piensa el próximo ejercicio que les va a poner. Da igual el que sea. Los colegiales van a seguir moviéndose, van a continuar gritando y van a corretear de un lado para otro mientras los vecinos entran en el supermercado de enfrente a comprar lo que puedan para llenar el carrito de la compra.

Me traslado al comienzo del puente del Día de Andalucía, cuando los pupitres y las clases estaban cerrados, en silencio, porque los colegiales estaban de descanso. La calle La Cruz de un pueblo del norte de Córdoba, de la comarca de Los Pedroches, en semiabandono y camino de la despoblación como todos, luce una belleza vacía y eso que acaba de terminar por la tele el Barça-Getafe. Quizá lo mejor de este invierno, aparte del agua caída, sea el alargamiento, a final de febrero, de las tardes que retienen la luz del día y retrasan la llegada de la noche, que es mortal en esta estación porque a esas horas se agigantan la soledad y las sombras que en los pueblos antes se combatían con la candela y ahora necesitan una pantalla de televisión o de teléfono móvil para esconder el desamparo y la melancolía.

En la capital, lo mismo. Las calles vacías, sin el murmullo y el ajetreo de los colegiales te dabas cuenta de que la vida que se había ausentado de los barrios normales se había ido a donde camina el turismo. La ciudad había apagado el ruido de los colegiales, el de toda su vida, y daba paso, en estos días de puente, al sonido que acompañará, según parece, el futuro de los ciudades bellas: el de los viajeros y turistas. El sonido de las maletas correteando aceras y despertando ciudadanos con sueño atrasado junto con las fotos que no hablan de los que creen ser –normalmente políticos y culturetas-- en los periódicos ha llenado la soledad sin pupitres de este puente de Andalucía, cuya nota principal ha sido la ausencia de vida y de ruido de los colegiales en sus recreos.

Aunque afortunadamente en Córdoba existe imaginación suficiente como para no morir en un silencio desalentador: los cines de verano, los patios y los periódicos –aunque sin quiosco- pueden llenarnos la vida de vitalidad, incluso aunque nos amenace la Inteligencia Artificial.

El PSOE, por medio de su concejal Antonio Hurtado, un hombre puesto en la belleza, que la manifiesta a través de su bicicleta, su traje y su pajarita, le ha dicho al alcalde, José María Bellido, que el Ayuntamiento tiene que comprar los cines de verano que se quedaron sin dueño y sin consejo desde que se murió Martín Cañuelo. Lo mismo que la ciudad tiene reconocidos los patios por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, los cines de verano, otra manera de llenar las noches del estío transformando el calor en belleza e imaginación, pueden aspirar a un título que impida que la especulación los borre del urbanismo inteligente y de la memoria de Córdoba.

Como están haciendo desde hace 50 años los Amigos de los Patios, cuya presidencia también ostentaron en su día Manuel Garrido, que también tiene una placita con estatua, y Santiago Granados.

En cuanto a los periódicos --mi vocación, que nació en la barbería de mi padre cuando yo tenía apenas 6 años--, los están rompiendo con el cierre de quioscos –la novedad más atractiva para los niños de pueblo que llegaban a Córdoba buscando chucherías, y de los jóvenes, que miraban el mundo a través de diarios y revistas—y el auge de los supermóviles. Sin embargo, Prensa Ibérica, la empresa a la que pertenece este periódico, ha comprado el Correo de Andalucía, decano de la prensa sevillana, que apareció el 1 de febrero de 1899 de manos del cardenal Marcelo Spínola. Ahí, en Sevilla, en el polígono de la Carretera Amarilla, donde estaba el periódico, empezamos a hacer prácticas en 1977 Paco Luis Córdoba, Antonio Galán y yo. Quizá como ese año todavía no había ni móviles ni AVE nos montamos una aventura la primera noche de prácticas: no habíamos buscado pensión, dormimos en un mostrador de la estación de trenes de Córdoba, me robaron el equipaje que llevaba en mi mochila militar y Paco Luis, más tarde director del diario CÓRDOBA, me lo recuperó al quitárselo al ladrón. Quizá el mejor reportaje de aquel verano donde comenzó el futuro.

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