Opinión | Entre líneas

Andalucía, y así nos va

El nacionalismo andaluz , el que menos incide en la raza y en el territorio para definir lo que es la «nación»

No estoy descubriendo la pólvora: por definición, todo nacionalismo es de derechas. Que allá cada uno. Se trata del reflejo en sociopolítica de la corriente artística y de pensamiento del Romanticismo, que apela directamente a los sentimientos. Lo que tampoco es necesariamente malo. Aunque en la versión más cruda del nacionalismo también se exalta la raza y no se tiene el más mínimo reparo en reescribir la historia simplificándola y mitificando hechos del pasado y de la tierra propia. Y aquí la cosa se complica peligrosamente, porque se llega a las dos estupideces más dañinas que se han generado en política los dos últimos siglos, pero que curiosamente casi todos hemos asumido como verdades, sin que haya el más mínimo estudio serio que las confirme, y que en el siglo XX terminó causando millones de muertes. La primera, se trata de la imbecilidad de pensar, en aras de la exaltación de la raza, que no solamente los caracteres físicos son hereditarios, sino también los morales y los éticos. No hay ninguna prueba científica de ello, por mucho que se empeñaran los pseudoinvestigadores de la Alemana nazi.

La segunda gran sinrazón tiene que ver con el hecho de vivir o nacer en un territorio. En inglés se expresa mejor cuando usan los términos «I was born», es decir, «yo fui nacido», y no «nací», porque nadie elige dónde hacerlo. Y es que para el nacionalismo más feroz si uno nace o vive en un territorio actual de fronteras arbitrarias también hereda los pecados y las virtudes (según se tercie) de unas determinadas personas (algunas sí, otras no) que pasaron por ese mismo lugar hace tiempo (desde varios milenios a unos pocos años) en un terruño que por entonces tenía otros límites igualmente aleatorios. Si nos paramos a pensar, no me dirán que no es estúpido.

El nacionalismo andaluz, el más tardío y el más influenciado por el internacionalismo (que curiosamente es una doctrina sociopolítica totalmente contraria y que también tiene sus mitos), es quizá el que menos incide en la raza y en el territorio para definir lo que es la «nación», muy alejado de otros nacionalismos continentales. A todos nos viene a la memoria el italiano, el alemán y hasta la filosofía del imperio británico del XIX, incluyendo también nacionalismos peninsulares como el catalán, el vasco, el español...

El andalucismo, por el contrario, a fuerza de ser «poco nacionalista» y no hacer depender sus valores en la raza, la superioridad, el territorio, la lengua o la mitificación de la historia, es «muy nacionalista» por demostrar que pese a todo se puede tener un concepto moderno, social y claro de «nación». Lo dice el himno: «Sea por Andalucía libre, Iberia y la humanidad», en el texto original de la Asamblea de Ronda de 1918, que a fuerza de ser incluyente además de a España también tenía en cuenta a Portugal.

Eso sí. A veces pienso que por ese carácter abierto y generoso ante el mundo al andalucismo le ha ido como le ha ido... Y a Andalucía le va como le va.

En todo caso, o quizá por todo ello, feliz Día de Andalucía.

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