Opinión | Entre líneas

De qué hablamos cuando hablamos de agua

Cualquier ingeniero agrónomo le recordará que, por ejemplo, un kilo de cereal precisa 1.600 litros de agua, 4.100 litros para un kilo de legumbres...

¡Menuda bronca le echaba un concienciado padre a su hijo en el lavabo de aquel restaurante! El pequeño se había dejado el grifo abierto mientras se lavaba las manos y el padre le reprendió con, a mi juicio, demasiada dureza. Porque está bien enseñar buenos hábitos, pero quizás deberíamos cambiar también otras rutinas importantes. No les voy a hablar de filosofía, sino de números. Porque, ¿a qué nos referimos cuando se dice, por ejemplo, que el 1 de abril, tras las recientes lluvias, entró en solo un día en el embalse de La Breña 13,81 hectómetros cúbicos, como de hecho registró la Confederación Hidrográfica? Pues, sabiendo que un Hm3 es un cubo con cien metros por cada lado, hablamos del agua que cabría en el campo de fútbol de El Arcángel, con los fondos norte y sur, hasta una altura de 1,38 kilómetros. «¡Pero qué barbaridad estás diciendo!». Recuerdo que me replicaron hace años en el periódico cuando quise utilizar ese símil en una información sobre embalses. Y quizá no le faltaba razón al jefe porque la comparación es abrumadora, increíble. Pero... ¡Es que es así! Los números no mienten. Otra cosa es que nuestra imaginación abarque esas cifras. De hecho, todo el agua que puede almacenarse en la provincia en sus trece embalses al 100% son 3.320 hectómetros cúbicos: una ‘probeta’ que tuviera como base el estadio del Arcángel (insisto, incluidas las gradas Sur y Norte) y de 332 kilómetros de alto, 37 veces y media la altura del Everest.

Y claro, me dirán que eso es muchísima agua. Lo es. Sin embargo, lo más importante, lo más increíble y lo peor... Es el ritmo con el que la gastamos. Verán. Cualquier ingeniero agrónomo le recordará que, por ejemplo, un kilo de cereal precisa 1.600 litros de agua, 4.100 litros para un kilo de legumbres, 16.000 litros para un kilo de carne de vacuno... En aquel restaurante cuyo salón tendría unos 100 metros cuadrado, bastaban diez comensales para que la huella hídrica de su almuerzo lo llenara de agua hasta el techo. Sin embargo, el textil es el sector que más agua consume. ¿Cómo habría reaccionado aquel preocupado padre al saber que la huella hídrica de su camiseta barata de temporada había gastado 2.700 litros de agua y 8.000 litros en el caso de sus vaqueros, lo que consumen para beber once personas en un año? Se habría quedado seco.

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