Opinión | LA CAFETERA DE ASPASIA

La cabeza de Goya

Uno de los mayores misterios de nuestra historia es dónde está la cabeza de Goya. El pintor, que descansa (en parte) en la Ermita de San Antonio de la Florida, fue inicialmente enterrado en Burdeos en 1828. La sorpresa vino cuando exhumaron su cadáver 71 años después para repatriar su cuerpo, para descubrir que le faltaba el cráneo. Dicen que la estupefacción fue tal que cerraron el ataúd y actuaron como si no pasara nada.

Una posible explicación sería cierta corriente de moda en la época por la Frenología. Sus seguidores robaban o compraban cráneos, de ahí que las cabezas de ciertos individuos desaparecieran por cuestiones que irían entre la mitomanía y la fascinación por esta pseudo-ciencia.

La periodista y escritora Berna González Harbour apunta a que su cabeza podría haber terminado por Salamanca, tras la pista de una vánitas pintada por Dionisio Fierros protagonizada por un cráneo que dice ser el del genio. Un asunto del que no está clara su veracidad.

Por todo ello, por el surrealismo que acompaña a la historia de semejante cabeza, es normal que sea precisamente Goya quien dé nombre a unos importantes premios de cultura. Saura defendió en un discurso de 1958, para convencer de la titularidad de estos premios bajo el paraguas del pintor: «No tengo la menor duda de que si Goya viviera hoy sería un cineasta -dijo-. Hombre preocupado por su tiempo, observador implacable de la realidad...»

Me preguntaba este fin de semana qué pensaría Goya ante el espectáculo de una presentadora de TVE gritándole de un modo muy poco profesional (por no decir que rozó el patetismo) al presidente del Gobierno «eres un icono... presi... te queremos». Goya, quien fue un periodista en gran parte de su obra, tanto con la serie de ‘Los caprichos’ como -sobre todo- en ‘Los desastres de la Guerra’.

Creo que Goya habría implotado ante semejante oda al poder político. Me imagino a Goya con su sombrero y sus velas encima del ala, dirigiéndose dignamente al presidente en mitad de la gala y preguntándole por qué no estaba en Barbate, donde también le iban a gritar. Por qué no aguanta el chaparrón y las consecuencias desastrosas de dejar una zona en manos de los narcos. Después, se daría la vuelta dignamente, dándole la espalda. Porque Goya, quizás, ahora no tenga cráneo... pero siempre tuvo cabeza.

* Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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