Opinión | la vida por escrito

Lo malo de la felicidad

Muchos pueblos indígenas y pequeñas comunidades aisladas disfrutan de una vida muy feliz

El dinero es el símbolo de la felicidad. Los estudios sobre desarrollo humano muestran una buena correlación entre el nivel de riqueza de un país, el desarrollo humano y el grado de felicidad de los ciudadanos. Sin embargo, un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad McGill de Canadá revela que muchos pueblos indígenas y pequeñas comunidades aisladas disfrutan de una vida muy feliz, comparable a los de los países más ricos, a pesar de su pobreza y de no manejar dinero. En realidad, esta aparente contradicción sugiere que hay muchas maneras de vivir la vida con satisfacción y que la felicidad es algo más que dinero. La pregunta ahora es la siguiente: ¿por qué son felices las personas que viven en esas comunidades, ajenas al lujo, el confort, el éxito y el dinero?

Sobre este asunto se ha escrito largo y tendido. De hecho, hay muchas razones que pueden explicar la felicidad en esas sociedades que funcionan sin dinero. Las sociedades tradicionales a menudo priorizan la cohesión y la interdependencia. Los miembros de estas comunidades suelen tener fuertes lazos sociales y un sentido de pertenencia, todo lo cual contribuyente de forma determinante a la felicidad del grupo y de cada individuo. Un segundo factor es la conexión con el entorno y la naturaleza. Las comunidades indígenas a menudo tienen una conexión profunda con el mundo natural, en el que suelen encontrar sentido a sus vidas. Pasar tiempo al aire libre, participar en prácticas tradicionales y vivir en armonía con la naturaleza pueden contribuir al bienestar general y la felicidad. Además, estas sociedades se sostienen sobre tradiciones y valores que enfatizan la espiritualidad, la gratitud y el bienestar colectivo. También tiene importancia la ausencia de objetivos materialistas. En muchas comunidades indígenas, las posesiones materiales y la riqueza no se priorizan como indicadores de éxito o felicidad. En cambio, los individuos pueden centrarse en objetivos espirituales, el bienestar comunitario y el mantenimiento de relaciones armoniosas con otros y con el mundo natural. Y, por último, hay en estas comunidades primitivas una mínima exposición a las presiones sociales. Las sociedades tradicionales pueden verse menos afectadas por los factores estresantes y las presiones asociadas con los estilos de vida occidentales, como el estrés laboral, el consumismo y la comparación social. Es obvio que esta menor exposición a presiones externas contribuye a reducir la ansiedad y aumentar el nivel de felicidad en general.

Para ser sinceros, los responsables de este estudio reconocen su incapacidad de distinguir los factores que determinan la felicidad en estas sociedades primitivas tan di-versas. Puede que sean todos los que se han mencionado anteriormente, o puede que sean otros más específicos, y que en cada comunidad la felicidad de los individuos tenga unas razones muy concretas, distintas de las de otras comunidades. Quizás debiéramos reconocer que la felicidad es una percepción muy personal y subjetiva. Si bien las sociedades tradicionales pueden exhibir ciertas características asociadas con niveles más altos de felicidad, también enfrentan sus propios desafíos y complejidades. Porque no todo es felicidad. No hay que olvidar que la esperanza de vida en estas sociedades primitivas suele ser muy baja y que su supervivencia como sociedad está en peligro.

Irónicamente, buscar un alto grado de satisfacción suele traer ciertas consecuen-cias, tanto psicológicas como sociales. Para empezar, esa conciencia de la aspiración a ser feliz puede generar frustración. Además, sentirse demasiado feliz puede volverte menos creativo, y relajar tu sentido del miedo y del riesgo hasta despreciar tu vida. Si todo es bueno, y no hay esa contrapartida de emociones negativas, puedes perder el sentido a la vida y tu lugar en el mundo. Y es posible que, si todos a la vez tuviésemos el premio del más alto grado de satisfacción, la sociedad se desmoronaría.

* Profesor de la UCO

Suscríbete para seguir leyendo