Opinión | CALIGRAFÍA

Currículum

Envejecer es en gran medida pasar de mandar currículums a recibirlos. Debería haber un momento en el que el currículum fuera ya meramente decorativo, un pin en la solapa; y cada uno lo adornara por deporte, sin preocuparse mucho más allá de la vanidad. Esos currículums estilo rococó que enumeran cada peldañito y diploma, cada conferencia escuchada o impartida, esos ejercicios de aritmética tan primarios, cientos de operaciones simples repetidas como si fueran un cuadernillo Rubio. El currículum de la gente que ha triunfado en su campo es su nombre. Si ocupa más de una línea el currículum empieza a ocultar complejos y fracasos.

Dicho esto, recibir y leer currículums da un conocimiento subterráneo de la sociedad. No creo que intuyan el entramado de tragedias cruzadas que nos están tejiendo, puntada a puntada, un sudario. Currículums de gente joven para la que no hay nada, que después de hacer todo lo que les han dicho que hay que hacer parecen arrojados desde aviones en vuelo. Gente madura que tendría que estar tranquila y con todo hecho mandando el currículum para trabajos peores de los que tuvieron al prin-cipio, a hipotéticos jefes a los que podrían enseñarles ellos; porque al final los trabajos valen si puedes arreglar un diente que se rompa, llenar un carro de la compra, pagar un alquiler, vestir a tus hijos, llenar un depósito de gasolina. En ambos casos los méritos que se reflejan, los logros en los que confían su defensa y su interés, se habrán obtenido con sacrificio y habrán generado orgullo y entremezclarán memorias felices con tragos de hiel. ¿Cómo asumir que lo que nos costó tanto no vale nada, o se desprecia por la arrogancia o el temor del que en ese momento dice este sí y este no, esto es valioso y esto no?

Vemos currículums mejores que los de gran parte de los ministros avalando la esperanza de un trabajo a media jornada. Vemos los que registran veinte años de trabajo durísimo para volver a la casilla de salida, o no haberse movido de ella. Hay algunos de tal brillo que causan perplejidad, y a esos las líneas de respuesta, que siempre deberían ser personales y amables; se las escribes como un pésame, porque al final a esa gente, para salir adelante, la hacen apagarse. Hay currículums que por la mera disposición, por lo que enumeran, resumen el orgullo de la persona; y la imaginas más joven, en sus clases, en sus primeros trabajos, en sus aprendizajes, que al final han sido como comprarle ropa al bebé que luego nace muerto.

No encontramos nuestro acomodo, o no siempre. Cambiamos de planes y nos refugiamos. Pero se hace duro ver a gente atravesando desiertos, o sacando sus cosas a pulmón, incrédulos de pronto sobre el valor de lo que guardaban como un tesoro; cuando leyendo ciertos currículums la conclusión es que hay mucho indocumentado empleando en mandar su tiempo de aprender.

** Abogado

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