Opinión | HOY

Mujer no mujer

Enterrada bajo tantas montañas de palabras, al fondo de todo vuestro afán de hipocresía, os tengo que comunicar que sigo siendo asesinada. Es una constancia como el mar, una insistencia como la desolación que sopla el viento en las estepas. Ya no poseo otra cosa más que ser asesinada y de nuevo asesinada, porque sólo soy mujer no mujer. Miro por encima de la tierra que me aplasta y por debajo del humo que se eleva sobre mi crematorio, y me aturden todos los olvidos, porque siempre me muero donde habita vuestro olvido. Dejo este poema de Bécquer, que recreó Cernuda, para vuestra Cosmopoética y todos vuestros cosmopoemas. ¡Tantas palabras para alimentar el aire de vuestra vanidad, a costa de mi asesinato! Porque yo estoy sola, siempre estoy sola con mi única palabra: muerte, y por eso sigo siendo asesinada sin que se entere nadie; es mi pan mío de cada día que nunca será mío. Os veo pasar con vuestras pancartas y vuestras manifestaciones; asomo mi alma por la leve rendija que deja en vuestro cielo y vuestras calles el humo de mi incineración, y otra llama encendida, y otra llama aplacada; o el último aliento que exhalo al caer la tierra sobre mí, y otra paletada de tierra, y otro nicho saciado. ¿Quién vendrá a abrirlo dentro de tantos años? ¿Preguntará alguien por mi olvido, por dónde habitará mi olvido en estos «vastos jardines sin aurora, donde yo sólo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas, sobre la cual el viento escapa a sus insomnios; en esa gran región donde el amor, ángel terrible, no esconda como acero en mi pecho su ala, sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento»? Todo esto es para explicaros que sigo siendo asesinada; a ver si hay algún resquicio en vuestros discursos, en alguna página de vuestras ingentes páginas de vuestros periódicos, en algún hilo de vuestras conciencias, a ver si tenéis algún resquicio por donde os enteréis que sigo siendo asesinada. Necesito que lo sepáis, aunque sólo sea para sentir un leve cobijo, ya que nadie me libra de esta muerte que me siega y me siega cada día. A ver si llegáis a saber que cada asesinato son los asesinatos de los muchos días de amenazas que sufrí, y de tanto sufrimiento, que llegué a desear la muerte, que llegué a agradecer a mi maltratador que me matase.

** Escritor

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