Opinión | EL ALEGATO

* Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad SocialLolade Toro *

‘Erga Omnes’

Comenzado septiembre no puedo decir que mi vuelta de vacaciones haya supuesto un cambio radical, al menos en las cosas que me suelen sacar de mis casillas (que dado mi carácter suelen ser muchas).

No había aún girado la hoja de agosto en mi calendario (siendo además el día 1 de septiembre viernes), y ya comenzaba el teléfono a sonar insistentemente, solapándose incluso las llamadas, con idéntica conversación en todas ellas: «Buenos días, letrada. ¿Qué tal esas vacaciones? Para saber cómo va lo mío».

Me alegro que por teléfono no pueda verse nuestra cara ni oírse nuestros pensamientos. Mi respuesta quizás fuera de lugar aunque creo que merecida: «Lo suyo va como iba el 31 de julio porque el juez y todo el juzgado también se han ido de vacaciones».

Otro asunto que altera mi conducta y se repite cada año sin excepción es que a principios de septiembre me llamen pidiéndome cita para tratar un despido. Evidentemente lo primero que suelo preguntar (a efectos de dar prioridad o no según urgencia de plazos), es cuándo ha sido el llamante despedido. Que me diga «fue a finales de julio pero le llamo ahora porque estaba muy mal de ánimos y me fui de vacaciones...», me deja una sola respuesta como opción: «Pues mire, lamento informarle que para demandar contra el despido tenía Ud. 20 días hábiles y se le han pasado».

Siguiendo con ejemplos profesionales que me dejan ante el cliente sin saber qué decirle sin que pueda sentirse ofendido o me vea como su enemiga y no como su abogada, es aquel en que pretende el reconocimiento de una Incapacidad Permanente y preguntado por sus padecimientos y sus limitaciones profesionales me responde: «mi vecino tiene lo mismo que yo y le han dado la paga». Yo no tramito «paguitas», -es lo único que en ese momento me sale responder, pero me lo callo-. Me toca explicar que esa paga no va por vecindades, parentescos, partido político al que votes y ni tan siquiera por enfermedades. Que una misma dolencia puede ser incapacitante para una persona según su trabajo y no para otra con distinta profesión.

Abogo por una formación jurídica básica en las escuelas porque a Aristóteles lo quitaron del temario pero la ignorancia de la ley sigue sin eximir de su cumplimiento y la ignorancia del pueblo sigue siendo la fuerza de sus gobernantes.

* Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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