Opinión | MUNDO DIGITAL

Manipulación digital

El regreso exige una columna sencilla: nada de protección de datos, desinformación o asuntos relacionados con la inteligencia artificial. Así que el tema elegido no es otro que las imágenes y su poder en un mundo digital que es audiovisual, y el impacto de las mismas en la sociedad y las personas.

La primera imagen que podemos recrear es la de Luis Rubiales con Jenni Hermoso. En un alocado intento de autodefensa, desde la propia Real Federación Española de Fútbol parece haberse difundido una imagen manipulada o distorsionada (cuando menos) de ese momento bochornoso que ya ha pasado a nuestra particular historia nacional de la infamia. En España se lee poco y se estudia menos sobre la teoría y la ética de la imagen. Hay un libro esencial y sencillo: ‘La furia de las imágenes’, de Joan Fontcuberta. A veces ni se necesita la manipulación directa de la imagen ya tomada: basta con cambiar el ángulo o el enfoque para contar una historia completamente diferente. Podemos recordar aquella escena de una playa gaditana en la que algunos bañistas parecían ajenos a la presencia de un cadáver de un inmigrante. El buen fotoperiodista sabe bien lo que hace. El cordobés Gervasio Sánchez es ejemplo de ello.

La otra imagen de la semana es la de un desafiante Donald Trump fichado en una comisaría de Atlanta. Su gabinete de prensa se ha apresurado a comunicar que ya han convertido esa imagen icónica en material de promoción (‘merchandising’ en tazas y otros utensilios), y también que han recibido donaciones por más de 7 millones de dólares desde que se hizo pública.

En una cultura que va camino de ser casi absolutamente audiovisual, la capacidad de manipulación de imágenes, o de vincular lo que se ve al discurso interesado, debería ser motivo de reflexión. Lo digital ha multiplicado la capacidad de manipulación y de difusión de imágenes falsas. Incluso se puede escuchar a una persona relevante diciendo un discurso que jamás ha pronunciado. Hay una guerra abierta por la opinión pública, y en las sociedades polarizadas cualquiera de nosotros puede elegir ser el soldado de la causa que quiere defender. Por suerte, hay organizaciones encargadas de trabajar para destapar estos casos, cada vez más frecuentes y dañinos. Pero nada debería poder sustituir el sentido común primitivo que nos hace estar alerta cuando algo no nos cuadra. Distinguir entre lo que está bien y lo que está mal es el punto de partida, siempre. Rubiales y Trump y sus equipos también lo sabían.

** Economista | @ebpal

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