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El interés general

Se ha castigado el talante. Sánchez ha personificado la metonimia del todo por la parte y viceversa

Córdoba se ha visto enlutada en este día de comicios por la muerte de uno de sus hombres más preclaros. Gala hace ya tiempo que eligió no su mortaja, sino su telón, el bermejo terciopelo que remataba estrenos triunfales. Un telón desde hace unos años entornado, para privilegiar esa vigilia del interregno; la vida y la muerte forzando tablas para gozar en su presencia de su estética.

El Ateneo de Córdoba tuvo la honra de homenajearlo en ese tránsito que no pertenece ni a los hombres ni a los dioses. Si acaso, en el umbilicado goce de sentirlo carnalmente entre nosotros, aunque su alma ya solo tuviera palique para las musas. Mejor que esa querencia ingrata y genética de procesionar la valía tras los crespones negros. Por eso sería burdo trasladar la dolencia por este escritor insigne a metáforas prefabricadas que se ensañan con los resultados electorales. Gala no se debía a nadie, si acaso al inconformismo de la belleza.

Sin embargo, ello no resta motivos para argüir en las causas profanas. Este varapalo socialista me ha remontado a Kipling. Los más detractores con el presidente del Gobierno sugerirían a Conrad, por eso de que el sanchismo ha entrado en ‘El corazón de las tinieblas’. Pero elijo al escritor anglo hindú por esa arrogancia de zarandeo cuasi plebiscitaria. Hay en Sánchez un arrojo político que puede recordar a ‘El hombre que pudo reinar’. Y esto de convocar elecciones para el 23 de julio es adentrarse solo por un puente colgante -de esos en los que sus enemigos se relamen para cortarle las lianas-. Las generales de julio han querido ser un golpe de efecto, para supuestamente retratar los pactos de la derecha y orquestar la campaña electoral en torno a las carantoñas que el PP tendría que hacer a Vox. Golpe de calor, también, porque la canícula presumiblemente puede disuadir del voto a quienes tienen más posible la lícita querencia de veranearse.

En estas elecciones no se ha castigado tanto la audacia, que es un instrumento cuasi necesario en política, sino el talante. Sánchez ha personificado la metonimia del todo por la parte, y viceversa, con una calculada entrega a los nacionalismos a costa de renunciar a la centralidad política que, quiérase o no, sigue siendo el mayor granero de votos. Incluso ha despreciado el festín electoral de un partido naranja que ha emprendido el adiós silente de los elfos. Por eso vende bien la marca de Moreno Bonilla, que ofrece una omnipresencia complaciente capaz de permitirse en esta cresta de la ola, felicitar también al adversario. Todo lo contrario se aprecia en las huestes de Podemos, que parece que no se han tomado en su vida un ‘All Bran’. La autocrítica no es síntoma de debilidad, y su omisa jactancia un camino directo a la perdición. Además, Yolanda Díaz en realidad es Yolanda Godot, esperando desde el absurdo su arranque hacia la futilidad.

Quizá este muy trillado apelar a la grandeza de la democracia, pero huelga asustarse por los cambios de ciclo, más allá de que la ultraderecha no lacere el Estado de Derecho y que los filo etarras expíen su cinismo y el dolor causado por una verdadera contrición. Al socialismo andaluz se le va a ser muy larga la travesía del desierto. Y a falta de que el omnímodo líder amortice otra de sus siete vidas, no hay cantera en el PSOE para galvanizar el poder a corto plazo. Emplazados estamos para julio, en esa estación que Fernán Gómez sublimó para las bicicletas. Más allá de tacticismos y ambiciones personales, en las próximas y tórridas elecciones habrá que exigir el interés general. Mientras tanto, esta semana Córdoba guarda serenamente su luto.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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