Opinión | EL ALEGATO

Id sembrando los peces...

Cada vez que entramos en campaña electoral, recurre a mi memoria ese 14 de diciembre de 1966 en el que todo español mayor de 21 años pudo acudir al referéndum sobre la nueva Ley Orgánica del Estado.

Esa denominada «Constitución» moderaba discretamente los poderes absolutos del Caudillo, designando el cargo de presidente del Gobierno de España como independiente de la Jefatura de Estado. Como era de esperar, ambas jefaturas, de Estado y de Gobierno, fueron ocupadas por Francisco Franco hasta 1973 en que pasó a ostentar la de Gobierno Luis Carrero Blanco.

La citada nueva Ley Orgánica también redujo los miembros del Consejo del Reino de 17 a 13 y en las Cortes los procuradores pasaron de 611 a 403.

No obstante, lo más llamativo de esa nueva «Constitución» que entró en vigor el 1 de enero de 1967 y que resultó aprobada por el 95,86% de los votantes, -según Nohlen & Stöver-, es que confirmó la libertad de religión para los judíos y protestantes españoles.

Sincerándome con el lector, todo lo precedente es mera ilustración a posteriori de aquel momento, pues una servidora lo único que realmente recuerda de aquél simulacro de elecciones es una oportuna escalera o gradilla en el improvisado colegio electoral al que mis padres y abuelos fueron a votar: la actual Facultad de Derecho de Córdoba -edificio por entonces destinado a casa cuna-, en la que me dediqué a saltar, primero con una pierna y luego con la otra, mientras canturreaba: «Franco, Franco...». Se ve que yo ya tenía muy claro el resultado del escrutinio.

Unos cuantos días previos a ese hecho, totalmente novedoso para los cordobeses, también recuerdo a mi abuela materna, cual candidata a elecciones y mientras regaba las flores del patio de su casa, poniéndose la caña con su lata pegada a su diminuto cuerpo en posición de descanso, decir: ¡Cordobeses, ¿qué queréis?! Yo, con mi media lengua contestaba: ¡Dos cosechas al año y un puerto de mar!, a lo que ella respondía: ¡Id sembrando los peces que ya viene el agua!

Han pasado 57 años desde aquellas elecciones y llevamos 45 años viviendo bajo una verdadera Constitución. Ya no tengo las piernas con la vitalidad de saltar en escalones coreando el nombre de ningún candidato, pero cuando les veo en sus mítines, no puedo evitar sonreírme acordándome de mi abuela y su siembra de peces.

* Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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