Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Las crónicas de un viernes 13

Las crónicas de Carrère son todo un compendio de buen hacer en el género

Recuerdo que llegó a Asturias con el tiempo más o menos justo. Emmanuel Carrère estaba siguiendo las sesiones del juicio por los atentados acaecidos el 13 de noviembre de 2015 en la sala Bataclán y otros lugares de París y quería también regresar pronto por si acaso se perdía algo importante. Los periodistas que hemos cubierto procesos de varios días sabemos, como él, que basta que uno se ausente de una sesión aparentemente anodina para que surja la declaración insospechada o el dato revelador. También de la dificultad de encontrar el tono y los conceptos adecuados para transitar --y hacer transitar al lector-- por tales terrenos.

La cosa es que Carrère había elaborado una breve intervención de agradecimiento y elogio del castellano con el que cubrir el expediente tras la recepción del Princesa de Asturias de las Letras. La envió, como es preceptivo, unos días antes para su traducción, recibiendo un correo de la Fundación que calificó como «una obra maestra de la delicadeza». En él se le felicitaba por sus maravillosas palabras y al tiempo se le sugería un toquecillo un poco más ‘inspirational’. Lo del inglés, y más en cuestiones protocolarias, es a veces un poco diabólico. ¿Más inspirador? ¿Más inspirado? ¿Las dos cosas a la vez?, se preguntaba. Así que lo amplió un poco. Y, al tiempo que narraba en el acto la anécdota, confesaba que una parte de él estaba todavía en el Palacio de Justicia de la Île de la Cité, cerca del Quai des Orfèvres y de los dominios del comisario Maigret. Y quizá algo del personaje de Simenon se le haya pegado sin él advertirlo.

El añadido ‘inspirational’ fue un pequeño breviario de reflexiones sobre lo vivido en las sesiones iniciales del juicio, desde testimonios del horror a ejemplos de humanidad. Y una cita de Léon Bloy afirmando que el hombre alberga en su corazón recintos que no existen pero en los que el dolor penetra para que existan. Luego volvió a París para durante nueve meses (un año escolar, un embarazo, dice él) entregar puntualmente, como tarde cada lunes por la mañana, una crónica de 7.800 caracteres solo ampliables, de requerirlo los hechos, hasta los 8.300. Todas ellas han sido recogidas en un libro editado por Anagrama bajo el título ‘V13. Crónica judicial’ (la V es de ‘vendredi’) que llegó a las librerías hace pocas semanas. Ha sido mi última compra con ocasión de la XLVIII edición de la Feria del Libro cordobesa que ha tenido una notable presencia periodística en muy diversos ámbitos.

Las crónicas de Carrère son todo un compendio de buen hacer en el género. Incluso después de haberlas seguido en su momento, semana a semana, transcritas por ‘El País’, poseen un atractivo añadido en su lectura conjunta. Tanto para el lector de a pie como para los profesionales del Periodismo o de la Justicia. El autor navega tan pronto por la angustia de la muerte inminente, como por la amistad de los supervivientes, la fijación de las indemnizaciones, la elección de la sala de vistas, los fans de los ‘Eagles of Death’ Metal, o la venta de vídeos filmados en sus móviles por los chavales de la ‘Rue du Corbillon’, los recorridos yihadistas, la logística del terror, las estrategias de las defensas o la vida cotidiana que envuelve cuanto acontece en el Palacio de Justicia.

Una mirada, una historia familiar, silencios, olvidos. Todo cuanto se habla en el Tribunal le sirve para narrar y reflexionar «asistiendo al juicio todos los días como quien va a la oficina --comenta el director adjunto de ‘L’Obs’, George Leménager-- entregando siempre un texto impecable, perfectamente puntuado, sin la menor falta de sintaxis, ni el menor problema de legibilidad. Un periodista que --prosigue-- responde de inmediato, cuando tenemos un título o, cosa que a veces sucede a pesar de todo, un retoque microscópico que sugerirle. Estas cualidades pueden parecer elementales, hasta mediocres; sin embargo a todos los redactores jefes del mundo, les gustaría, de vez en cuando, que fuesen más frecuentes en la profesión».

Y no deja de ser curioso que un maestro de la no ficción, como suele definírsele, tenga como referente a un escritor de ciencia ficción, Philip K. Dick a quien considera el Dostoyevski del siglo XX. Un autor complejo y hasta atormentado --que ha sido llevado al cine en cintas como ‘Blade Runner’ o series de TV como «El hombre en el castillo»--, cuya biografía escribió en «Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos». Carrère afirma que vivimos en el mundo que Dick predijo, especialmente en lo que toca a la desaparición de lo real. Siempre cabe encontrar un algo del americano en los textos del francés quien confía como fuentes de inspiración en la complejidad de los humanos y la imprevisibilidad de los acontecimientos. Todo en un libro compilador de crónicas de la realidad que sin renunciar a la literatura atesoran cada carácter como un bien precioso.

*Periodista

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