Opinión | Tribuna abierta

Mecamística conmocional

El C3A acoge una exposición que sobre la vida y obra de José Val del Omar

Al final el todo se ha consumado del Gólgota acabó extendiéndose a la Meteorología que sustituyó la pasada semana el redoble de los tambores por el repiquetear de la lluvia, a modo de música caída del Cielo, capaz de relajar y serenar los espíritus, especialmente los angustiados por la sequía. Los caminos del Señor son inescrutables. Y según una amplia jurisprudencia, sentada por los capataces ante estas tesituras, «El de arriba» sabe siempre lo que hace. En cualquier caso la singularidad de la Semana Santa 2024 quedará como referencia en la historia procesional cordobesa. Y confiemos quede lejano el día en que haya necesidad, por comparación, de remitirse a ella. Aunque tal como van climáticamente las cosas cualquiera sabe. Menos mal que los beneficios derivados del agua caída han mitigado un tanto las frustraciones e incluso generado animosas expectativas.

Para el paseante, por ejemplo, el agua ha devuelto estos días a las fuentes ciudadanas, la frescura, el rumor, la alegría y la estética de sus chorros. Estaban tristonas con los carteles justificativos de su silencio. El suyo es un peculiar sensorround envolvente lleno de sensaciones y sugerencias. Lo sabía muy bien el granadino José Val del Omar cuando escogió los surtidores de la Alhambra para ilustrar sus conceptos de sonido diafónico y desbordamiento apanorámico en el primero de los tres cortos que conformarían su Tríptico Elemental de España: ‘Aguaspejo granadino’ (1955) también llamado ‘La gran seguiriya’ que estos días puede verse en la exposición que sobre su vida y obra acoge el C3A. Surtidores que son capaces de seguir tal palo y esbozar, entre enfoques, congelaciones y desenfoques, toda clase de perfiles (Miguel Angel Buonarroti los adivinaba en las nubes, que al fin y al cabo son agua solo que de otra manera).

Un Tríptico que completan en la misma sala de proyección ‘Fuego en Castilla’ (’El páramo del espanto’ 1960) sobre imágenes de Berruguete y Juan de Juni, experimentando la pulsación táctil, y ‘Acariño Galaico’ (Tierra y Barro 1995) toda una visión espiritual de Galicia. Y los tres un gran regalo de imágenes. Es el desarrollo de esas y otras tecnologías lo que hoy nos ha hecho habituales las sensaciones envolventes, las imágenes tridimensionales, los mundos virtuales y toda una serie de propuestas encaminadas a producirnos las mismas sensaciones de la vida real, a interaccionar con sus contenidos e incluso a desarrollar, utilizándolas, diversas formas de creatividad. Pero quizá produce aún mas sorpresa ver cómo fueron concibiéndose en la mente y en el lenguaje de un andaluz que se definía como cineísta (de cineasta y alquimista), que practicaba la mecamística (de mecanismos y mística) y que era capaz de formular conceptos como la aprojimación, el palpicolor, el lenguaje temblor o la experiencia conmocional hasta completar todo un particular diccionario. E incluso llevar al espectador, a través de la experiencia conjunta de todos los sentidos, a las profundidades de la mística y de la interpretación del mundo, a veces real, a veces sugerente, terrible otras y hasta con cierto toque de maravilla. Adentrarse en lo maravilloso siempre causa inquietudes metafísicas.

‘Aguaespejo...’ tiene también su pequeña vinculación con Córdoba ya que se proyectó con ocasión de la inauguración de la Filmoteca en la sala que lleva el nombre de su autor. Y si mal no recuerdo (puede fallarme la memoria) también se proyectaron los escasos minutos que Abel Gance rodó con Manolete para un film que no llegó a realizarse. Me comentaba por entonces Begoña Soto, su primera directora, cómo habían nacido algunos de los inventos de Val del Omar. Concretamente su objetivo de ángulo variable (hoy lo llamaríamos zoom) nacido de la necesidad de filmar el Albaicín desde la Alhambra. Y resumía su personalidad como la de un poeta místico que abrió caminos a la interpretación óptica. Un Leonardo del cine.

La muestra incluye muchísimas más facetas, que nadie que ame el Séptimo Arte debería perderse. Quede como incentivo para la visita esta referencia a sus cortos «elementales» (por contraposición a documentales y remisión al agua, el aire, el fuego y la tierra), que nos recuerdan, en sus propias palabras, que «vivimos por el agua, nos hicieron de barro, el fuego de la vida nos va secando, pasamos la pasión que nos consume la savia, la risa y el llanto y al final quedamos --sin gesto-- aprisionados...» No es mala propuesta sobre la que reflexionar estos días de agua (que pronto serán de fuego) y post mística manantera.

*Periodista

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