Opinión | DESDE LA PERIFERIA

Sánchez de Murillo

El filósofo malagueño aún no ha recibido el reconocimiento debido en el panorama filosófico español

Los influencers están de moda hasta en el ámbito filosófico. Ha sido una forma, quizás, de buscar por dónde asomar la cabeza en una sociedad como la nuestra, empeñada en desprestigiar el pensamiento filosófico y arrinconarlo como si fuera una secta peligrosa. Pensar, sin duda, es peligroso para aquellos que sienten la amenaza de que se los retire de sus sillones de poder. Quiero que sepan que, hagan lo que hagan y desde la posición desde donde lo hagan, no nos quitarán de en medio.

Entre estos influencers los hay de «tres al cuarto» como ocurre siempre y en todos los ámbitos en los que se desenvuelve el ser humano y existen también aquellos que ejercen a través de los medios tecnológicos una imagen digna de nuestra materia científica. Entre los segundos cabría citar a bastantes, pero no me voy a detener en ello. Sólo haré mención, y porque es de nuestra tierra, de José Carlos Ruiz, quien ha sabido conectar, como digo, muy dignamente el pensar filosófico con los actuales medios de comunicación ampliamente usados por la población más joven y en menor medida por quienes ya somos adultos y necesitamos pasar con los dedos las páginas de un libro. Ruiz se mueve bien en ambos sentidos. Pero este filósofo sabe que antes que él existe uno de sus maestros, a quien le debe buena parte de su formación. Me refiero a Ramón Román Alcalá.

Yo también tuve excelentes maestros. A la cabeza siempre sitúo al carmelita descalzo Saturio Angulo Castro, quien abrió mi mente al horizonte interminable de la Filosofía, pero ya en mis años universitarios fue, sin duda, José Sánchez de Murillo (Ronda, 1943) quien trazó la línea a través de la cual ha ido moviéndose, con sus luces y con sus sombras, todo mi quehacer filosófico. Sánchez de Murillo aún no ha recibido el reconocimiento debido en el panorama filosófico español. Recién cumplidas y afortunadamente bien llevadas las ocho décadas, y afincado actualmente en Málaga, es cierto que marchó muy joven a Alemania, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera docenteuniversitaria. Allí sí ha sido reconocido ampliamente. Sin embargo, y porque quizás se cumple de nuevo eso de que nadie es profeta en su tierra, para la filosofía española de los últimos 50 años es un gran desconocido. Una de sus principales aportaciones ha sido, sin duda, la de ofrecer una síntesis magistral entre algunas tradiciones ancestrales de la cultura maya, la tradición fenomenológica alemana, arrancando desde la tradición romántica de Jakob Böhme, y la tradición mística occidental con dos puntos de referencia esenciales: san Juan de la Cruz y Edith Stein. Esta simbiosis ha generado un neologismo en nuestra lengua española que espero sea pronto aceptado por la Academia. En alemán ya se institucionalizó hace años: tiefenphänomenologie. Como la traducción española, fenomenología del profundo, no acaba de dar en la diana con lo que se quiere decir en alemán, Sánchez ha optado por la creación de esta nueva palabra materializada recientemente en su nuevo libro, titulado ‘Tiefenfenomenología. Momentos claves de su desarrollo’. Este libro, además, inaugura y pone en marcha un nuevo proyecto editorial andaluz, Viedma Ediciones, al que deseamos mucho éxito en un camino que no es nada fácil en la actualidad.

La filosofía andaluza, el pensar andaluz, sigue presente en el panorama filosófico español y europeo. Sánchez de Murillo es buena muestra de ello sin tener que convertirse necesariamente en un youtuber, un influencer o un tiktoker. La filosofía puede vivir sin estas herramientas pasajeras que acabarán desapareciendo. Lo ha hecho en Occidente durante más de dos mil quinientos años y, aunque a algunos les pese porque quieren a toda costa que dejemos de pensar, lo seguirá haciendo. Pensar es el tiefenfenómeno humano más originario y más propio de nosotros mismos.

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