Diario Córdoba

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Antonio J. Mialdea

DESDE LA PERIFERIA

Antonio J. Mialdea

De docente a domador

Ni yo ni ninguna de mis compañeras y compañeros docentes somos domadores de fieras

Pues ahora resulta, según me han contado unas especialistas en la materia, que si yo tengo en el aula un elemento disruptivo, es decir, un alumno o alumna con conductas que perturban el ritmo o funcionamiento normal de la clase, mi obligación como docente es parar todo lo que significa el trabajo de mi área específica para dedicar todo mi esfuerzo a reconducir a ese elemento o elementa hacia lo que, bueno, denominaremos «normalidad conductual». Pero esto no queda ahí porque, luego, las autoridades educativas, esas que apenas salen del despacho y que, cuando salen, es para meterse en el de cada centro educativo para dictar órdenes, me obligan a cumplir con el currículo educativo del área y del nivel que me corresponda. ¡Ea! ¡Y tan panchos! Ah, y que no me preocupe, que recibiré una formación ¿adecuada? para afrontar la variedad de problemas conductuales que me voy a encontrar. Y, te lo puedo asegurar, cada vez son más, más frecuentes y más graves. Me van a transformar de docente a domador de fieras. Estas especialistas, las entiendo, se quejan de que no pueden atender todos los casos que se encuentran porque la Junta de Andalucía no dota a los centros educativos del personal suficiente y necesario. En el caso concreto de nuestra capital y provincia son únicamente diez las personas encargadas de atender todos los casos que existen de trastornos de conducta en nuestros colegios. No hago la ratio por no ridiculizar en exceso a nuestros gobernantes. Éstos reconocen la realidad, el problema, pero no ponen un remedio adecuado, útil y eficaz. Lo único que se les ocurre, como siempre, es parchear el desconchón, es decir, en vez de dotar a los centros educativos de más especialistas en trastornos de conducta, han optado por convertirnos en «psicólogos de pacotilla» a todos los docentes. Menudo despropósito. Veo a mis compañeras y compañeros a diario y os puedo asegurar que los asuntos de conversación cada vez giran más hacia problemas de conducta con tal o cual alumna o alumno. Los noto con un nivel grande de estrés, haciendo en muchos casos un sacrificio y un esfuerzo por contener sus emociones para continuar, como buenamente pueden, con su labor educativa.

Ni yo ni ninguna de mis compañeras y compañeros docentes somos domadores de fieras. Somos profesoras y profesores, excelentemente formados en cada uno de nuestro ámbitos científicos respectivos. Me pregunto, de verdad que me lo pregunto desde una convicción profunda y honesta, por qué tenemos mis colegas y yo que recibir esta formación y no la reciben de manera obligatoria las madres y padres de nuestros alumnos y que, dicho sea de paso, sí es más frecuente en localidades con pocos habitantes que en las capitales. Y lo que ya me resulta absolutamente vergonzante, denigrante y atroz. Si es un problema cada vez mayor y más acuciante, por qué desde nuestro gobierno andaluz, que para ir a mostrar las grandezas de nuestra tierra a otras tierras --lo que me parece estupendo--, no se invierte más dinero para este tipo de situaciones, más inversión para que tanto las delegaciones de educación como los centros educativos dispongan de un personal formado, cualificado y verdaderamente especialista en problemas relacionados con la conducta de nuestros jóvenes. Madres y padres de nuestros alumnos, ayúdennos y encárguense de educar a sus hijos convenientemente. Y si esto no es posible, que nuestras autoridades atiendan el problema de manera seria y profunda y no poniendo parches que no sanan verdaderamente la herida.

* Profesor de Filosofía

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