Opinión | MISCELÁNEA

Despedida

A las hijas de Rafael Mir

Morir con dignidad sienta bien a quien como Rafael Mir ejercía sin saberlo de filósofo. Ante la despedida de vuestro padre debemos acudir a nuestro paisano Séneca o a los más cercanos, como Schopenhauer o Heidegger. Para mí, que acudí a despedirlo, la muerte sigue siendo un problema del que no se puede huir porque actúa a mi edad como un aguijón. Y es que el problema de los problemas, la muerte, siempre estará sin resolver.

Ante la muerte nos sentimos impotentes pero no debemos ser mudos porque sobre la muerte nadie tiene la última palabra. Es ese enemigo al que no podemos vencer. Entender la muerte es una tarea desmesurada; es el cuento de siempre empezar.

A Epicuro no le preocupaba la muerte y lo argumenta de este modo: "porque cuando yo estoy no está ella y cuando ella esté yo no estaré". Quizás Rafael pensase como Epicuro en estos sus últimos tiempos en que ascendía con dificultad las escaleras de la sede de la Real Academia o caminaba sobre su carrito de ruedas. El sabía que no se puede ni se debe huir de la muerte de estampida a ningún sitio y hacia.

No se sabe dónde. Por eso dedicó un tiempo a esperarla en sus reuniones de los martes. Nadie podemos jugar al escondite, diría él, con la muerte, porque la muerte es un problema existencial que se recibe con resignación, con angustia o con depresión.

Muchos de sus amigos hemos podido hablar con él en el tanatorio para despedirlo. Yo me he preguntado: ¿Tuvo Rafael, como filósofo, la respuesta más aceptable ante la muerte? ¿Nos convocó en su despedida para, junto a él, encontrar el misterio de la muerte?

Cuando le despedí me pregunté: ¿la muerte es un punto final o un punto y seguido? ¿Es la sombra ulterior de otro reino donde estará Rafael esperándome?

Los únicos que pueden vivir como inmortales son las plantas y los animales; de espaldas a la muerte. Creo que la muerte de Rafael no es la plenificación de su existencia ni ha sido la clausura de su vida.

Tras su despedida creo que sobrevive en nosotros su autoconciencia intelectual y esa supervivencia es un consuelo para su familia y sus amigos.

Creo que el alma de Rafael sigue siendo el alma en Rafael, aunque él ya no existe. Esa es mi respuesta ante la muerte.

Cada intervención de sus amigos en el tanatorio era un tañer de campanas que anunciaban una nueva vida para Rafael, quién ha vivido intensamente para un después.

Él se ha ido "al dorado de la gloria" donde se le espera con "vestidos al armiño blanco de Florencia", tras las sentidas palabras que le dedicó su amigo Carmelo Casaño.

Él ha vivido en la belleza y al morir marcha hacia otra eternidad.

La tarde era de despedida, pero a mí me pareció una mañana de aurora.

Esa tarde Rafael oía cascabeles y al marchar ha visto "renacer mariposas blancas".

Yo le dije: Rafael, jamás muere la luz ni siquiera tras tu muerte.

Pero, ¿qué es la muerte?

* Catedrático

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