Opinión | LA CAFETERA DE ASPASIA

Apolo y Córdoba

Tenemos que rendirnos. Este abril parece que el dios griego Apolo --y su carro del Sol-- han hecho su entrada triunfal en nuestra ciudad... Una entrada épica, apareciendo salvajemente por los cielos para ‘achicharrarnos’ a los cordobeses. Este año, lo hace ya desde finales de abril, como si aquello que las anteriores generaciones avisaban bajo el lema de ‘Abril, aguas mil’ fuera una broma infinita, a lo Foster.

No sé qué pensaría un ciudadano griego clásico de estas temperaturas, cómo lo explicarían. Seguro que culpaban a Zeus, y tendrían que inventar alguna pelea, infidelidad, venganza o deseo rocambolesco entre dioses, semidioses o humanos que las explicase.

Esperemos que Apolo no se haya venido a vivir ya a la ciudad hasta octubre, y se haya acercado sólo un poco para echar un ratito en la 38ª Cata del Vino, las Cruces y no junte la Fiesta de los Patios con el Festival de la Guitarra, para no irse hasta noviembre. Alguien debería recordarle que estamos en abril, que lo que tocaría es agua. Ese bien líquido, el más preciado.

Ahora tendríamos que estar más bien como esa protagonista que, en 1895, Frederic Leighton pintó: una chica recostada y adormilada felizmente entre un vaporoso vestido naranja, aunque el título de la obra sea ‘Sol ardiente’ de junio. Algo me dice que el ‘junio’ del pintor inglés puede ser un marzo nuestro.

Comentan que nuestro problema de agua no es nada para el que vamos a tener en la próxima década. Puede que, entre tanta foto de políticos en campaña electoral en la Feria de Sevilla, alguno tenga un momento para pararse a pensar, de verdad, en la que se nos viene encima en el sur de Europa. De seguir así, terminaremos como la protagonista de ‘Mujer ante el sol’, que pintó Joan Miró: un personaje negro, quemado totalmente.

Me pregunto qué opinará ChatGPT o cualquier inteligencia artificial de todo esto, si tendrán --de verdad-- algo de inteligencia para ayudarnos a resolver alguno de los grandes problemas que nos están asaltando. Aunque mucho me temo que a estas tecnologías (y a las clases políticas) el sol que más les guste sea ese sol artificial que Olafur Eliasson instaló en la sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres: un sol artificial, poético, narrativo y semiótico pero de los que no dan problemas.

* Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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