Opinión | miscelánea

El candidato sabio

Amazon está distribuyendo un documento de ochenta y una páginas, que contiene una introducción y el discurso del señor Tamames que sirvió de apoyo a la moción de censura al gobierno. Retrocedo a aquellos momentos. El Congreso de los Diputados se asemejaba a un circo en llamas. Muchos diputados creían que quien pedía auxilio era un payaso, que pedía ayuda desde su ropaje de viejo de noventa años y que avisaba que de no apagar las llamas el fuego quemaría el solar patrio.

Desde su seriedad, el profesor sentado en un escaño prestado, dijera lo que dijera, creyeron Sánchez y sus coaligados que estaban ante un payaso. Nada de lo que decía, le argumentaba Sánchez, tenía que ver con la realidad de España.

Le escuchaba el Congreso en pleno pero lo que expuso no causó la mínima preocupación. Las réplicas al payaso eran reflejo de nuestra desalentadora situación. El martes y la mañana del pasado miércoles fueron pura paradoja. Habló el payaso ante unos políticos, que viven al margen de la realidad y ante otros a los que se les debe enseñar esa realidad. Quizás si Tamames hubiera podido subir a la tribuna los diputados, que apoyan al gobierno, habrían entendido sus palabras que anunciaban que el Congreso estaba en llamas. Algunos de esos diputados creían que el payaso salía de un sarcófago con pretensión de ser moderno cuando vive en la antigüedad. Pero el único que no vestía de payaso era el anciano de noventa años.

Escribo esto tras recordar la parábola que relata Harvey Cox en su libro ‘La ciudad secular’. Recordé a aquel payaso de un circo danés en llamas que se acercó a la aldea a pedir ayuda para apagar el fuego en el circo y así evitar que esas llamas llegaran a la aldea y a sus campos. No le hicieron caso. Los aldeanos pensaron que era la típica representación de las exageraciones de un payaso.

El payaso no pudo convencerles de la realidad del fuego exterminador. ¡Cuanto más gritaba el payaso los aldeanos más se reían! De tanto reír no se percataron que el fuego llegaba a la aldea y arrasaba sus campos. El circo y la aldea fueron del fuego pasto. Esta fue mi sensación tras oír el aviso del señor Tamames que el Congreso estaba ardiendo y que convenía apagarlo. No le creyeron. Estaba vestido de viejo y de atrasado. Desde su ironía el viejo payaso contestó amablemente y sardónicamente a quienes le habían molestado. Llevaba razón el profesor, pero tuve la impresión que gran parte del pleno y todo el gobierno lo estimó payaso cuando en verdad era un profesor sabio.

*Catedrático

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