VENTANA A LA NATURALEZA

Los bosques maduros, enclaves privilegiados

El concepto de bosques primarios, que han llegado a la actualidad por su falta de rentabilidad, está tomando trascendencia en la última década

Valle del arroyo Guadalora, un candidato a rodal de bosque maduro.

Valle del arroyo Guadalora, un candidato a rodal de bosque maduro. / R. Arenas

El concepto de bosques maduros o bosques primarios está tomando trascendencia en la última década. Han llegado a hoy por su falta de rentabilidad al ser zonas muy abruptas o remotas, pero esta ausencia de aprovechamientos debe mantenerse para que los procesos naturales no sean interferidos

En la cuenca mediterránea se estima que el medio natural ha sido intervenido de manera sistemática desde hace milenios. Casi podemos afirmar sin equivocarnos que no existe un rodal que no haya sido intervenido por la mano del hombre. No obstante, existen algunos con un alto grado de naturalización por el transcurso del tiempo sin aprovechamiento. La ausencia de perturbaciones de alta intensidad permite que estén representadas todas las fases del ciclo de un bosque, desde las iniciales hasta la senescencia.

El concepto de bosques maduros, también conocidos como bosques primarios, está tomando trascendencia en la última década. La silvicultura tradicional siempre ha obviado a la última fase de los bosques, la senescente, cuando los árboles van muriendo de viejos y dan paso a otras vidas, ausentes en la mayoría de lo que conocemos hoy como bosques. La recolección que se realiza de forma prematura nos priva de estos antiguos sistemas, caracterizados por la existencia de madera muerta en pie y en el suelo, alta heterogeneidad y una elevada biodiversidad muy característica de esta fase del ciclo vital de los bosques, con alta presencia de líquenes y hongos e insectos especializados en la descomposición de la madera muerta. Generalmente tienen una mayor proporción de especies amenazadas porque este tipo de hábitats escasean.

Planificación

Aquellas personas no familiarizadas con estos conceptos tienen la impresión de que son bosques «sucios» o «abandonados». Hemos crecido en bosques trasformados por su uso y donde se ha eliminado recurrentemente la última fase y nuestra memoria nos ha privado de esa visión. En este punto hay que aclarar que para que esto ocurra debe ser planificado y no fruto de la desidia del gestor o falta de medios económicos para intervenir. En estos rodales la gestión debe perseguir el seguimiento del estado de conservación y la reducción de amenazas o factores de estrés.

En la actualidad se estima que solo el 2% de la superficie forestal mediterránea podría calificarse como rodales maduros y en la Península Ibérica incluso menos. Esta corriente de conservación es consciente de que no es necesario gestionar toda la superficie forestal con estos criterios porque los aprovechamientos forestales son importantes para las economías locales, si bien es cierto que hay un objetivo de mantener e incrementar algo esta superficie. Con seguridad ya existe, pero aún no ha sido catalogada.

Los bosques maduros, enclaves privilegiados

Madera muerta, líquenes, musgos y hongos caracterizan los rodales maduros. / R. Arenas

Recién declarado el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos se dejó algún rodal sin intervención en el monte Pedrejón Alto para que se diesen lugar todos estos procesos. En aquel momento no existía planificación, pero dadas las características del lugar y la orientación de las inversiones a otras superficies cercanas, con seguridad lleva ya unos cincuenta años sin intervención, pocos años al tratarse de un encinar, pero que debiera mantenerse en el futuro.

En los rodales maduros no es preciso intervenir de manera activa y hay que dejar operar los procesos naturales a largo plazo y superan nuestra expectativa de vida. Los especialistas solo citan actuaciones muy justificadas y relacionadas con especies amenazadas como puedan ser los coleópteros que dependen de la madera muerta o senescente de los árboles en parte de su ciclo de vida; y en todo caso para la apertura de claros para acelerar la regeneración natural.

Los rodales maduros han llegado a nuestros días por su falta de rentabilidad al ser zonas muy abruptas o remotas. Esta ausencia de aprovechamientos debe mantenerse para que los procesos naturales no sean interferidos. La herbivoría silvestre puede estar presente, pero si son de pequeña superficie no es aconsejable por la alteración que puede provocar e impedir su regeneración. Otro hecho similar ocurre con la ganadería. Estos aspectos son de vital importancia y el gestor debe estar atento para adoptar soluciones viables.

Los gestores de estos rodales consideran el uso público como compatible, siempre y cuando este sea mediante circuitos bien señalizados y controlados y el régimen de visitas sea muy limitado y en ocasiones ser eliminado si es muy frágil. Se consideran lugares con mucha potencia para desarrollar programas de educación ambiental y sensibilización. Un ejemplo muy característico lo conforma el sendero botánico Enrique Triano en la finca Santa Rita del Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Existe un rodal que fue aceptado como candidato a ser un rodal maduro dentro de la Red Española porque presentaba la mayoría de las características de este tipo de bosques. Queda por delante el reto de su inclusión definitiva y la gestión del mismo.

En el Parque Natural de la Sierra de Hornachuelos existía un rodal candidato, el entorno del arroyo Guadalora desde la Pasada de las Algeciras hasta un poco más arriba del molino de la Paloma, que entre cercas desde los años setenta se había desarrollado a manera de rodal maduro y presentaba la mayoría de las características de este tipo de bosques. Además, añade la cualidad de contener un bosque de ribera muy bien conservado. En los últimos años ha incurrido el aprovechamiento ganadero sin autorización y ha hecho perder estas cualidades, no obstante, es fácil de revertir.

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