Vuelta a la vida real

Mañana deberíamos volver a la vida real, aunque no la hayamos abandonado durante los últimos meses -ella, desde luego, no lo ha hecho-, sobre la proyección omnipresente de una campaña electoral elevada a la categoría de perpetua. 

Pero poco respiro vamos a tener con las próximas generales en el horizonte -y no cercano, sino inminente- mientras la vida real sigue en un escenario lleno de incertidumbres sobre el futuro más inmediato: desde la transformación del empleo -sí, con la IA en el centro del debate- hasta las dificultades de familias y pequeñas empresas, microempresas y autónomos, por la pandemia inflacionista y la terapia de choque monetaria que reduce la capacidad de gasto y de inversión -ahí están los datos- después de que el covid haya provocado un agujero en el ahorro nada desdeñable. 

Continúan endureciéndose las condiciones del crédito y se tensan los costes de las empresas y la capacidad de las familias, de la mayoría, no de la minoría con más recursos, que es donde está el error. En el tamaño y productividad de las empresas o en el nivel de renta disponible. Alemania sufre un parón estructural, la Comisión Europea advierte incansable del regreso de las reglas fiscales. Y todavía nos quedan las generales.

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