La Unión Ciclista Internacional (UCI) cambió ayer la historia más reciente del deporte mundial y sepultó en un campo de estiércol a Lance Armstrong. Lo borró de todo, casi como si no hubiera nacido, como si nunca se hubiera subido a una bicicleta, como si hubiera sucumbido a la enfermedad que casi le quita la vida en 1996. Dio por válidas las gravísimas acusaciones de dopaje y le quitó lo más brillante de su palmarés, los siete Tours consecutivos logrados entre 1999 y el 2005, que quedarán en blanco como una mancha negra en el libro de oro de la ronda francesa.

A la UCI no le quedaba otro remedio que admitir el informe de la Usada, la agencia antidopaje estadounidense, más de 1.000 folios, 200 de ellos, los más comprometidos, con el testimonio de varios exgregarios del tejano, Tyler Hamilton (con dos suspensiones por dopaje), Floyd Landis (desposeído de la victoria del Tour del 2006), George Hincapie, Christian Vandevelde o Levy Leiphemier, entre otros, que denunciaron que desde 1998, tras su llegada al US Postal, Armstrong se apoyó para lograr sus éxitos en un auténtica red de distribución y administración de dopaje, supervisada por la dirección y los médicos de su equipo, de la que no estaban exentos el resto de corredores de la escuadra. Gracias a esta estrategia burló nada menos que 218 controles antidopaje. Nunca dio positivo. Un desastre.

Armstrong, en apenas dos semanas, ha dejado de ser uno de los grandes héroes deportivos de Estados Unidos íy del mundoí para convertirse en un villano, ya que en las denuncias de los que fueron sus compañeros también figuran términos como el engaño, la intimidación y la coacción. Precisamente, su carácter, cargado siempre de arrogancia en el trato hacia las personas de su entorno, con escasas excepciones como la de Johan Bruyneel, su director deportivo y el alma mater en el control del sistema de dopaje, según la Usada, ha sido clave para que sus antiguos colaboradores decidieran denunciarlos.

EXPULSIÓN DIRECTA Pat McQuaid, presidente de la UCI, lo expulsó ayer de su deporte con un mensaje durísimo hacia quien hasta hace poco era no solo la principal figura de su disciplina, sino su amigo y hasta su protegido. "Armstrong no tiene cabida en el ciclismo. La UCI le prohibirá que compita y le desposeerá de sus siete victorias en el Tour".

El viernes, el comité ejecutivo de la federación, decidirá si redistribuye su palmarés o lo deja en blanco, aunque no hay duda de que seguirá las consignas de la dirección del Tour. “Deseamos que estos siete años queden sin ganador comomarca de un sistema y una época”, repitió ayer Christian Prudhomme, director de la ronda francesa, conocedor de que no pueden entregarse las victorias a los delfines del tejano, y de los fallos de la UCI.

MARCADOS / La mayoría están marcados, en unos años, de 1998 (caso Festina) hasta el 2006 (desmantelamiento de la red de dopaje de Eufemiano Fuentes, la operación Puerto, por la Guardia Civil), donde el dopaje y sobre todo las transfusiones sanguíneas eran norma en un pelotón que, por desgracia, según se ha desvelado en EEUU, no hacía trapicheos distintos.

La UCI, ayer, tomó la única decisión que podía, sobre todo porque necesitaba hacerlo para tratar de limpiar su imagen, más que cuestionada en el informe de la Usada. McQuaid dio por válidas las denuncias contra Armstrong, sin haber dado positivo y, sin embargo, ni citó una de las acusaciones más graves: la presunta colaboración de una federación que pudo haber recibido dinero para tapar supuestos positivos y que, según los gregarios del tejano, lo avisaba de los controles. McQuaid ni siquiera apuntó la apertura de una investigación.

La federación internacional, en e n t r e d i c h o y muy criticada, se encontraba en una encrucijada, en un túnel sin salida que le impidió decantarse por la vía que, posiblemente, veía mejor: dejar todo el tema en manos del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS); una federación que ha quedado con su sistema antidopaje en entredicho; Armstrong los burló durante más de una década. El tejano, refugiado en su rancho de Austin, decidido desde agosto a no hacer frente a las acusaciones, convencido de que fue el mejor y que sigue siendo el vencedor de s i e t e T o u r s , guardó silencio aunque sabe que, a partir de ahora, se enfrenta a demandas por fraude deportivo.

Las primeras estimaciones indican que puede perder más de 10 millones en una fortuna cercana a los 100 millones de euros. Ya se sabe que la aseguradora de sus Tours (SCA Promotions) le reclamará 5,8 millones de euros. Eso por lo pronto. Además, ayer, la multinacional de gafas para el deporte Oackley, el único patrocinador que le quedaba, rompió el vínculo con Armstrong. De hecho, desde que el miércoles pasado la todopoderosa Nike canceló el acuerdo con él, su destino estaba marcado, un destino que ayer lo condenó a no haber ganado nunca el Tour y a ser tachado del muro de la gloria del ciclismo.