Lo evidente

«Todos esos particulares mercenarios que el pueblo llama sofistas, y que juzga que las lecciones que dan son opuestas a lo que el mismo pueblo cree, no hacen otra cosa que repetir a la juventud las máximas que el pueblo profesa en sus asambleas, y a esto llaman sabiduría». Este es un texto de ‘La República’ de Platón. Pero el filósofo prosigue: «Conformándose en sus juicios con el instinto, llamando bien a todo lo que le halaga y causa placer, y mal a todo lo que le irrita, porque no sabe la diferencia esencial entre lo que es bueno y lo que es inevitable».

Se está empeñando Europa, y España por ello, y el mundo diría, que todo aquello que se aleje del discurso oficial (que en grandes rasgos suele ser falso y creado para conveniencia de los gobernantes) se censure. No hay nada más molesto para ellos que escuchar la verdad, y que esa verdad sea real, y desde luego diferente a la que quieren transmitir.

Se está perdiendo el norte a pasos agigantados. Unos intelectuales (o que se han autodenominado intelectuales), defienden el voto a tal, otros lo defienden para cual. La libertad ideológica debe ser eso, libertad, por ende, la cultura y el arte están muy por encima de todo aquello. La intelectualidad agoniza, debido al partidismo, y abandona su universalidad.

Mientras tanto, en nuestro país tenemos mala suerte con la elección de los ministros de Cultura. Ministros y ministras de bajo nivel y con perfil bastante toscano, que suelen vociferar al comienzo de su mandato, y guardan silencio eterno al final del mismo. Por no decir que tanto a ellos como a los que lo han elegido la Cultura les importa un pimiento. En caso contrario no se entenderían esas elecciones de imbéciles que acaban creyéndose mandatarios de su puesto.

Todo, lo primero y lo segundo, solo se entiende cuando descubres que unos y a otros tan solo van a sacar tajada y establecer una posición falsa. ¡Qué pena de Cultura!

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