POESÍA

De la naturaleza de las cosas

Jorge Urrutia indaga en la tradición mitológica y en sus ejes temáticos

Jorge Urrutia.

Jorge Urrutia. / ÓSCAR BARRIONUEVO

Manuel Gahete

Manuel Gahete

Cuando leo el título que Jorge Urrutia confiere a esta «más o menos una antología», me viene a la memoria aquel poema filosófico y didáctico que escribió en el siglo I antes de Cristo el poeta romano Tito Lucrecio Caro: ‘De rerum natura’ o lo que, en nuestra lengua, significa «de la naturaleza de las cosas» o «sobre la naturaleza de las cosas». Aunque quedaba integrado en el género literario de los poemas dedicados al estudio de la naturaleza, aspiraba a una proyección mucho más ambiciosa que condecía en abierta proclama la realidad del universo e intentaba –‘Ad kalendās græcs’– liberar a los seres humanos del temor a los dioses y la muerte. No oculta Jorge el germinal influjo del poeta latino, siendo un ilustrativo texto lucreaciano el que encabeza la primera parte de esta antología temática ‘sui generis’, con homólogo título: «Ninguna cosa nace de la nada», llevándonos a la expeditiva conclusión de que toda luz nace siempre de una profunda oscuridad, porque probablemente «Naufragar es nacer. Salir del amnios, / arañarse la cara con la arena, / saber no saber nada / y comenzar el llanto. // No ilumina aún el sol. Tal vez no existe». Empapado del fuego clásico que sustenta toda creación y enerva a los mediocres, Jorge Urrutia indaga en el volcán inagotable de la tradición (mitológica, bíblica, epopéyica, íntima) para penetrar en esa grieta que se agiganta cuanto más se profundiza en ella y extrae todo el conocimiento que nos describe y nos unge como náufragos en el piélago insondable de nuestras emociones: Ulises litigando contra la furia de Poseidón o el joven náufrago de las ‘Soledades’ develando todos los misterios de la naturaleza humana que más ciegan cuanto más refulgen. De igual manera a como operaba el poeta romano, Urrutia acude a los orígenes, interrogándose sobre las causas y razones de la maleza inextricable de este mundo, cuestionando incluso la intervención divina: «¿Creó Dios al principio los cielos y la tierra? (...) ¿Creó Dios el principio?». «El modo de sentir» nos adentra en la difícil empresa del autoconocimiento: ‘nosce te ipsum’, sentencia de la que tantas páginas se han vertido a lo largo del tiempo sin haber obtenido todavía una respuesta suasoria. Porque el lenguaje es díscolo y a veces no encontramos el exacto lugar de la respuesta; o, tal vez, la respuesta exija la presencia de todos los lugares, porque lo deseable sería manifestarnos en los lenguajes más indómitos, siempre que el élan creador fluya y ascienda, como ocurre en esta obra antológica, en la que se captura la esencia urrutiana «en cuanto a tono, atmósfera, estructura, motivos, recursos y, sobre todo, palabra», como acertadamente apostrofa el prologuista José Enrique García. Así se van entreverando poemas versales con textos en prosa, el tono culto con el envés paremiológico, el vocablo elegante con el sesgo menos mesurado. Nada le es ajeno a Urrutia y, en todo, se mueve con precisión elíptica, dejando que sea el lector quien palpe la materia sagrada y se inmerja en la besana de lo escrito, en la líquida urgencia de la emoción sorprendida. Porque están todos los ecos de los grandes creadores (Darío, Juan Ramón, Quevedo...) que floculan para expandirse cuando el ‘homo viator’, con turbadora música, roto el velamen de la nave rota, próximo a naufragar lábil, los nombra. La sombra alargada de Antonio Machado, «que siempre va conmigo», nos evoca elocuente la luz de Sevilla que, velejando por las «arenas nobles ya que no doradas» del Guadalquivir gongorino, nos acerca al espacio original, donde, como un crisol luciente, se manifiesta viva la presencia del abuelo Alejandro y el padre Leopoldo que siguen alentando «un mundo compartido donde todo es posible» y avientan la fragancia de la Andalucía luminosa en la que germina «el alba de un hijo huésped ya del tiempo», asubiado de la lluvia bajo el «real árbol paterno» y siempre sostenido por la mano andaluza de Maruja, su madre. Tal vez sea la poesía el proceso más propicio para adentrarse en la búsqueda de los límites inabarcables. Desnudo, solo, con las más precarias herramientas, el poeta litiga contra los elementos de la realidad, intentando convertir el aliento en palabra y la yerma palabra en memoria. Porque el poeta posee el don de explorar en su espejo, de advertir el perfume que exhala el olvido y de exaudir los ecos que eludieron las voces de los años, el eco de sí mismo.

‘De la naturaleza de las cosas (más o menos una antología).

Autor: Jorge Urrutia.

Edita: Fundación Jorge Guillén. Valladolid, 2023.

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