TEATRO

Humanos frente a su espejo

Rafael Ruiz Pleguezuelos publica tres obras en Villa de Indianos

Rafael Ruiz Pleguezuelos

Rafael Ruiz Pleguezuelos / EUROPA PRESS

La trayectoria del granadino Rafael Ruiz Pleguezuelos agranda cada vez más su nombre como uno de los narradores y dramaturgos más significativos de ese colectivo que ronda los cuarenta años. Con galardones diversos en el ámbito teatral: Francisco Nieva de textos breves, Sanchis Sinisterra, Moreno Arenas... pero también en narrativa, con el premio Tiflos o el último premio Jaén de novela con ‘El jardín herido’.

Hoy analizamos ‘Trenes que pasan’, ‘Camino de carnaval’ y ‘La verdad del instante’. Las dos primeras obras extensas y la tercera un compendio de obras de teatro breve. El libro va precedido de un amplio estudio de diecinueve páginas de María José Pampano Gordillo donde ofrece claves muy significativas de su obra y elogia que «siempre abierto a la experimentación de nuevos elementos y estructuras, hace de su creación una fuente inagotable de obras dramáticas (...). En sus obras buscaremos siempre la magia en la realidad, la fantasía descontextualizada, el castigo a los cretinos y la recompensa a los afables».

El teatro de Ruiz Pleguezuelos es sólido, riguroso, de una evidente componente moral y cívica, con la que pretende transmitir un discurso ético en los comportamientos y poner a los seres humanos frente al espejo de sus contradicciones o la construcción de sus vidas. Un conjunto de obras que expresan una enorme riqueza literaria, metaliteraria y dramática.

«El teatro de Ruiz Pleguezuelos es sólido, riguroso, de una evidente componente moral y cívica»

En la primera, ‘Trenes que pasan’, la protagonista es una mujer de cincuenta años, Anita, que administra una bar de un barrio obrero de Madrid, junto a él han construido un gigantesco edificio que tiene un enorme valor simbólico en la obra. En este ámbito reducido con algunos de los clientes que entran en el bar, se desarrolla esta dramaturgia realista-simbólica en la que la memoria opera con un valor fundamental, tanto como el proceso existencial de Anita que, a medida que se desarrolla la obra, va emergiendo en sus fortalezas, debilidades y modo de ver el mundo. Una singular metáfora existencial que nos ha recordado por momentos al gran Buero Vallejo en su obra ‘El tragaluz’, sobre todo en la actitud de Mario. Anita es incapaz de salir de este ámbito vital, es el que ha escogido, es su vida: «Sin ser capaz de salir afuera. Sin moverme del tejadillo. Y con la sombra negra del edificio». La temática de la soledad y la frustración de las expectativas vitales junto a ese edificio amenazador al que acaban pegándole fuego, como si se tratara de una purificación por tanto envilecimiento, construye su existencia, con el paradigma del utópico amor rondando.

‘Camino de carnaval’ es una fantasía «canibalesca» situada a finales del siglo XIX con cuatro personajes (las hermanas Clara y Mariana, el compañero de ésta, Carlos, y la madre de ambas, Isabel), «mujeres extravagantes de una novela de Dickens», dirá en las didascalias, que despiertan hacia el futuro. La llegada de Mariana y Carlos a la casa de aquellas va adentrándonos en un mundo de enfrentamientos entre hermanas con el componente alegórico de Isabel, que mezcla momentos de lucidez con obsesiones, atenazada por la historia personal y adquiriendo un papel progresivamente relevante y mítico («soy la jardineras del apocalipsis», dirá, o «Para él la sociedad y, para nosotras, el conocimiento. ¿Para qué quiere Mariana ir a la facultad? Las mujeres han gobernado siempre el mundo, desde dentro, desde el hogar»); aunque esto solo es aparente porque, detrás de esos enfrentamientos familiares cruzados, se esconden en realidad una sorpresa, que no desvelamos. La obra le sirve al autor también de pretexto para ahondar en el mundo de la mujer desde diversas perspectivas. Frente a la fortaleza de ellas, que rigen todo el marco vivencial, incluso desde una sexualidad enfebrecida en Mariana, el hombre, Carlos, parece un ser insubstancial, dominado por ésta. De hecho él lo reconoce: «El mundo necesita de personas como vosotras». El ritual del tercer acto determina toda la conjunción con la sangre como símbolo siempre excitante y trascendente.

En ‘La verdad del instante’ reúne diez piezas breves de gran interés: un migrante que cruza el estrecho y la luna dialoga con él (muy lorquiano); dos amigos –que imitando el don Juan Tenorio- hacen apuestas y se encuentran al final de sus vidas con sorpresa final; bajo la influencia de Shakespeare una recuperación de personajes como Ricardo y Ginebra, salidos del libro; Miguel de Cervantes dialogando con uno de sus personajes, Cristina, que quiere tener un papel más relevante en sus obras; la relación de un jefe con su subalterno, como una forma de profundizar en el alma humana y sus contradicciones; o el recurso a la mitología de lo vampírico o el juego existencial del actor y la calavera... Un conjunto heterogéneo donde lo metaliterario y el juego creador nos muestran a un dramaturgo que domina con soltura las claves teatrales, siempre profundo y reflexivo: «Recuerden cuando entren al teatro que no hay nada más real que la mentira ni nada más cercano a la muerte que un escenario».

‘Trenes que pasan’, ‘Camino de carnaval’ y ‘La verdad del instante’.

Autor: Rafael Ruiz Pleguezuelos.

Editorial: Villa de Indianos. Madrid, 2023.

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