La ronda francesa

El Jumbo demuestra en Teruel que existe y que atiza en la Vuelta

El conjunto neerlandés gana la etapa con Sepp Kuss y ataca con Roglic y Vingegaard el día en el que el francés de 20 años Lenny Martínez, hijo y nieto de ciclistas, se viste de rojo.

Sergi López-Egea

El Jumbo existe, como Teruel. Y que se preparen todos porque cuando marca una etapa en rojo sólo puede ocurrir lo sucedido en Javalambre. Victoria por delante y festival por detrás entre dos corredores, Primoz Roglic y Jonas Vingegaard, que hasta serían capaces de jugarse la victoria final al piedra, cartón, tijera. Son tan y tan superiores que, si alguien pretende seguirlos, como hizo Enric Mas, sólo puede acabar “reventado”, como confesó en meta. Casi es mejor dejarlos marchar, ascender a tu ritmo porque seguro que se saca mejor recompensa.

Tácticamente no hay nadie que los supere. A Tadej Pogacar ya le han sacado los colores dos años seguidos en el Tour. Será el fenómeno esloveno superior, o no, será más espectacular, o sí, pero cuando se pasan meses preparando las carreras, da igual que sea la ronda francesa, el Giro o la Vuelta, no cuenta que un corredor se llame Pogacar o Remco Evenepoel, al que dejan que se divierta, que se desgaste sumando bonificaciones y que hasta se la juegue en la oscuridad de Barcelona.

Ellos van a lo suyo. Ellos sabían cómo era Javalambre, la cumbre de Teruel, una encerrona con todas las letras. Ellos envían a Sepp Kuss por delante, el mejor gregario escalador del mundo, para que se desgasten todos los equipos y, de paso, para rematar la jornada y ganar la etapa con un ciclista que corrió el Giro y el Tour (clave en las victorias de Roglic Vingegaard), casado con una catalana y que vive como tantos otros en las montañas andorranas.

Son como una especie de trituradora ciclista. Han venido a la Vuelta con el equipo total y en estos momentos, con sólo seis etapas disputadas, resulta imposible adivinar si rematarán con Roglic o con Vingegaard, si se lo harán a suertes o si deberá ser la contrarreloj del próximo martes en Valladolid el lugar donde se lanzarán con total libertad a la victoria, con permiso de Evenepoel, para que se determine la jefatura del equipo.

El nuevo líder

Teruel se presentó con sus montañas, su tiempo primaveral, el viento que molestaba en ocasiones y sin dar un metro de respiro a unos corredores que decidieron desde la salida destrozar la carrera. Muchos fueron los que llegaron a la cima y se tiraron al suelo festejando simplemente haber acabado ante la apisonadora del Jumbo en una etapa que sirvió para que un pequeño fenómeno francés, hijo y nieto de ciclistas, Lenny Martínez, 20 años nada más, tomará el timón de la carrera, el líder más joven en la historia de la Vuelta. Es el otro nieto del pelotón mundial. Su abuelo Mariano fue contemporáneo de Eddy Merckx y Luis Ocaña y se le conoció en España como ’el francés de Burgos’, donde nació. Su padre, Miguel, fue campeón del mundo de bicicleta de montaña para Francia. Tan integrados están en su país que el nieto ya sólo habla francés. Ojo con él. No por el idioma si no por sus piernas.

Espectáculo total con Roglic al ataque a falta de 4 kilómetros para la cima. Capturado después por Vingegaard, la pareja se dedicó a ascender a un ritmo infernal que acabó quemando al único que osó seguirlos, Mas. Juan Ayuso, en cambio, se dedicó a marcar su ritmo para ceder tan sólo 7 segundos a la pareja del Jumbo. Evenepoel superó una crisis personal de la que se recuperó y se mantuvo por delante en la general del dúo intratable, pero descubrió que le van a tocar la cara en cada etapa que puedan.

Hubo un momento en la ascensión donde una pintada permitía leer aquello de “Teruel existe”. Podría haberse quitado la palabra Teruel y sustituirla por la de “Jumbo” para que todos los rivales viesen por escrito y firmado por Roglic y Vingegaard que son una realidad, que viajan en bicicleta con un látigo colgando para atizar a todos con la impresión de que ni sudan mientras ascienden por Javalambre.