REPORTAJE | PREPARANDO LA FERIA DE CÓRDOBA

Teoría del toreo, por Finito

El diestro de El Arrecife es uno de los predilectos de los ganaderos para realizar tentaderos en los que se prueba la calidad de las vacas y de los novillos por su conocimiento de la bravura y de todas sus variantes

Practicando. El diestro, preparándose en el tentadero.

Practicando. El diestro, preparándose en el tentadero. / Francisco Domínguez

Francisco Javier Domínguez

Francisco Javier Domínguez

El hierro de La Espuela se sustenta con una punta de ganado de Lagunajanda que pasta en la finca Navaterrine, entre Osuna y Martín de La Jara. Allí acude Finito a un tentadero para preparar su próximo compromiso en la Feria de Córdoba. La ganadería es singular. Manuel Domínguez Calle, el ganadero, y Salvador de la Puerta Domecq, de Lagunajanda, son un suegro y un yerno a los que une la pasión por la ganadería brava, y han determinado retomar esta pasión más de una década después de que terminara la anterior etapa ganadera de Domínguez Calle. Qué cosas. Con la que está cayendo. En un año sin pastos, con sementeras sin mies ni rastrojos, experimentan con la bravura en La Espuela y lo viven con la intensidad propia de quienes dedican su vida a la pasión del toro. De otro modo, sería inviable. Pero a grandes males, grandes remedios. Y Salvador y su familia se presentan en la finca después de ver cómo en la víspera se indultaba un novillo de Lagunajanda en Colmenar de Oreja. «Eso te llena de ilusión», afirma Salvador, que recibe la primera enhorabuena de Finito.

En plena faena 8 Finito de Córdoba ejecuta un ayudado por bajo por la izquierda. | FRANCISCO J DOMÍNGUEZ

En plena faena. Finito de Córdoba ejecuta un ayudado por bajo por la izquierda. | FRANCISCO J DOMÍNGUEZ / FRANCISCO DOMÍNGUEZ

Estos días, con un torero como Finitoo, son imprevisibles. Y si de primeras se prevé la suelta de varias eralas y quizá algún novillo, al final son tres vacas las que se torean. Finito, en su dimensión campera, por cómo lo explica, aparece como esos profesores que salen a la pizarra y dictan un teorema con claridad. La teoría y, sobre todo, la práctica es sabida por quienes lo conocen: un toreo clásico, fundamental por la derecha, al natural y con abundancia de remates por bajo. Doblones, trincherillas, ayudados, cambios de mano, desplantes a medio muletazo... Pases de pecho, siempre, en segundo plano.

Conversando 8 Finito conversa con Salvador de la Puerta Domecq.

Conversando. Finito conversa con Salvador de la Puerta Domecq. / FRANCISCO DOMÍNGUEZ

Las tres vacas son extraordinarias, a más en bravura. La primera, más pequeña, de caramelo. Noble y entregada. La segunda, más bravita, pero con un fondo de nobleza espectacular. Admite tandas de 18 muletazos. Finito se preocupa: «¿Tienes fotos ya?». «Y el vídeo, ¿cómo va el vídeo». Y ríe. Tras lidiar la segunda para y pregunta al ganadero: «¿Seguimos?». Tras un momento de duda -todos deseando que la fiesta no parara-, se decide dar suelta a la tercera. Pero antes de seguir, con Finito «vacío y pleno», según sus palabras, se acaba el recreo y toca aprender a los presentes. Cita entonces en el tercio de la plaza a los presentes y, sobre todo, a los hijos de Salvador, Manuel y Salvador, que han salido con su muleta a aprovechar las últimas embestidas de las reses. Es entonces cuando Finito dicta su clase magistral.

El diestro describe los terrenos de los animales, sus querencias, su campo de visión, el lugar desde el que se deben ejecutar los cites, la distancia, cuánto se debe girar la muñeca para sacar al animal de la suerte y quedar colocado para el siguiente lance, cómo cruzarse y pisar un terreno comprometido sin riesgo de que el animal haga por ti...

Para su lección, Finito se vale de la muleta y del estoque simulado, con el que pinta círculos y semicírculos en el ruedo ante el silencio franciscano que reina entre los presentes. «Poneos la palma de la mano en vertical entre los dos ojos, así ve un toro, por eso hay que cruzarse, para mostrarle el engaño a la parte de visión lateral», explica. Como hipnotizados, Manuel y Salvador, estudiantes en su vida civil de bachillerato, quedan fascinados y piden la tercera vaca porque quieren poner en práctica la lección finitista.

50 muletazos

Más fuerte, con los pitones mirando al cielo, salta la tercera. No se rinde y después de más de 50 muletazos sigue en los medios. Finito está feliz. Sin contratos, de vuelta en su carrera pero con la conciencia de lo que todavía lleva dentro, de lo que todavía puede ofrecer, cura sus contradicciones con días como este. «Qué difícil es comer despacio cuando se tiene hambre», según Curro Romero. A Finito, sin embargo, quizá le vendría mejor la frase al revés: Qué difícil es tener hambre cuando se come despacio. «Me llena buscar ese toreo perfecto, cercano al de salón, lento, con cadencia, creo que por momentos he toreado como si la vaca no existiera», explica el torero. Los jóvenes Manuel y Salvador le dan réplica. Asumen los consejos. De los torerillos brotan muletazos limpios, lentos, de trazo largo. Sin apreturas, pero con buen son. Finito ha ejercido su magisterio con éxito.

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