Opinión | Guadalquivir

Cataluña en el corazón

Los cordobeses tenemos una intensa relación con Cataluña

Los cordobeses tenemos históricamente una dolorosa y amorosa relación con las tierras catalanas. Durante parte del siglo XIX y en gran medida a lo largo del siglo XX, oleadas migratorias de cordobeses hasta Cataluña han sido una constante en muchas familias de los pueblos y ciudades cordobeses. Miles de paisanos, un día hicieron la maleta para tomar el expreso El Catalán destino a una tierra con futuro. Trabajadores del campo vieron una oportunidad de mejorar su lamentable situación probando suerte en las numerosas obras públicas y privadas que se construyeron en el noreste peninsular. Los llamados paletas pusieron sus manos al servicio de la construcción mejor remunerada que trabajar de sol a sol en el campo andaluz. Los jóvenes andaluces acudieron al reclamo del progreso del turismo en la Costa Brava. Muchos supieron por vez primera lo que era una nómina en una cafetería, un restaurante, un hotel, una terraza de verano de localidades punteras como Palamós, Playa de Aro, Lloret de Mar, Salou...Y al mismo tiempo, los andaluces se incorporaban a los cinturones industriales de Barcelona y otras ciudades de tradición fabril como Reus.

Cataluña está en lo más profundo de cientos de hogares cordobeses. Los ricos pueblos del Valle del Guadalquivir fueron arrasados por oleadas de emigraciones traumáticas en el seno familiar, en las estructuras para el desarrollo local y el despoblamiento de comarcas enteras. A finales de la década de los ochenta, la emisora Radio Palma organizó una multitudinaria fiesta en Mataró con palmeños en Cataluña. Más de quinientos paisanos acudieron al encuentro. Abrazos, recuerdos, música con Jesús Machado y lágrimas lo invadieron todo. Pero aquellos paisanos se han integrado plenamente en la sociedad catalana. Sus hijos y nietos son tan catalanes con ocho apellidos cordobeses: Muñoz, Rodríguez, Caro, Borrego, López, García, González o Martínez. Ahora unidos a familias de raíces del condado catalán, quienes han fortalecido su amor y sus vidas en la construcción de una próspera autonomía de España.

La mayoría de esos andaluces han sentido la emoción de luchar por sus instituciones. Recuerdo en la primavera de 1977 aquellos carteles con volem el estatut y su esperanza en una nueva Generalitat y un Parlament de todos. Un andaluz, un cordobés, Pepe Montilla, fue presidente de todos los catalanes. Y con un orgullo, aquel joven que un día salió de un pueblo anegado por las aguas de un pantano, alcanzó el honorable honor de presidir una gran comunidad. Les deseamos a todos los catalanes lo mejor para su presente y futuro. Desde Andalucía, invitarles a una reflexión de trabajar unidos por nuestra querida España, nuestra y vuestra querida Catalunya.

*Doctor en Historia

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