Opinión | Escenario

Rincones de Córdoba

«Sólo la vemos como escenario de nuestras atareadas vidas»

Una vez más, a pesar de la lluvia, la Semana Santa ha provocado esta especie de diáspora cruzada que se produce todos los años: los del norte al sur, los del sur al norte, los del este al oeste y los del oeste al este; así hasta completar los treinta y dos rumbos de la rosa de los vientos. Y una vez más experimento la satisfacción de oír los comentarios admirativos de los visitantes. Nosotros estamos acostumbrados a esta ciudad y, generalmente, sólo la vemos como escenario de nuestras atareadas vidas, pero las sensaciones de los que la ven por primera vez se parecen bastante a las que describen los que en alguna ocasión han padecido el síndrome de Stendhal: aceleración de los latidos del corazón, felicidad, emoción, agotamiento y vértigo, ante la contemplación de tanta belleza acumulada.

Algo así debió ocurrirle a Antonio León Villaverde, amigo y compañero en la Real Academia, cuando llegó a Córdoba, cuestión a tener muy en cuenta, ya que habiendo nacido en Granada, la belleza le había inundado desde la cuna. Es general en la reserva y reúne numerosos títulos, méritos y condecoraciones, pero viene a esta columna por su vertiente poética. En efecto, tengo en mis manos un librito, prologado por el también poeta y académico Juan Morales Rojas (1918-1991), llamado Rincones, en el que con poemas cortos y sencillos transmite la emoción que le produjo su encuentro con la ciudad, de la que se enamoró al mismo tiempo que de su mujer, que es cordobesa y también poeta (Esperanza Jiménez de la Cruz). Así reza la dedicatoria: «A Esperanza, cuyo nombre se ha enredado a mi vida como la hiedra».

Y hace una declaración de intenciones: «... Y a veces ya sólo aspiro a vivir esa agridulce paz que emana de un pequeño rincón lleno de soledad y silencio». Después nos toma de la mano para llevarnos por la Judería, la Mezquita, el río -«¡Que el río no lleva vida!/Que se lo beben al paso/las piedras de la Mezquita»- el Alcázar, el Puente Romano, las tabernas, los patios, los estanques, el limonero -«El limonero se baña/en la sombra de la plaza,/y del pozo salen cantes/de piedra antigua y guitarras»- el Portillo, la plaza de la Corredera, Santa Marina, Manolete, el Cristo de los Faroles -»Una iglesia y un convento/cierran la plaza a los lados;/el Cristo, brazos abiertos,/se proyecta contra el cielo/y se refleja en los charcos»-. Rincones de Córdoba.

*Académica

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