Opinión | El triángulo

La fraternidad olvidada

El domingo pasado, las hojas dominicales de muchas diócesis en este país publicaban una nota de la Conferencia Episcopal, de la Subcomisión para las Relaciones Interconfesionales, trasladando un mensaje fraterno a las comunidades de fieles musulmanes en España por su festividad de Ramadán. Valorando el testimonio de fe con el ayuno, la oración y la limosna en un paralelismo con el tiempo de Cuaresma que celebran los cristianos, este año, coincidente en el tiempo. Pidiendo consolidar las relaciones de hermandad entre los fieles, creciendo la cultura del diálogo y el encuentro. Termina con una petición para los católicos, el día que Jesús entró en Jerusalen, de evitar y denunciar cualquier atisbo de odio, faltas de respeto a los sentimientos religiosos o la violación del derecho a la libertad religiosa. La vida de cada uno de nosotros está llena de contradicciones, pero conjugar ser católico practicante, acatando los principios de tu Iglesia con desempeñar en tu vida pública, en algunos casos de alta responsabilidad institucional, el más mínimo ataque a los sentimientos religiosos de otras personas, muchas de ellas compatriotas, no debe ser tarea fácil.

Lo personal es político, la piedad y la fraternidad no sólo sirven dentro de los templos, mientras en las tribunas se afilan los calificativos para aquellos que no tienen tu credo o tu identidad. Resulta clarificador de la sociedad en la que estamos que la Conferencia episcopal pida reaccionar con la suficiente decisión y contención, a la vez, ante las numerosas invectivas contra los menores migrantes acogidos en nuestro país, niños y adolescentes como los suyos o los míos, o con el ataque a otras confesiones asimilándolas a peso bruto a la delincuencia y la violencia. Es verdad que Vox, como el resto de partidos asimilables en Europa, se presentó bajo esos principios, se hicieron fuertes como reacción al independentismo catalán, se fraguaron bajo el cántico de las calles del «a por ellos», crecieron con el discurso antiinmigratorio muy acogido por aquellos que en tiempos de incertidumbre sólo tienen el origen español donde agarrarse, o en aquellos hombres jóvenes para los que la revuelta femenina no es lo que le contaron y así les votaron tres millones de españoles, 73.677 aragoneses en las ultimas autonómicas, más del 11% de los votos. Y aunque cambien de portavoces, los siguientes van a seguir diciendo lo mismo, no es personal, es político, no juegan en la tradicional izquierda-derecha, se mueven en sus ejes identitarios. Un modelo donde solo caben quiénes ellos decidan u otro, el que defendemos que cabemos todos, ellos también.

* Politóloga

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS