Opinión | Tormenta de verano

Madres y Dolores

Es el día de La Piedad, esa imagen de María con el corazón traspasado y el hijo yacente en su regazo

Viernes de Dolores, pórtico de entrada a la Semana Santa, que nos invita a contemplar todos los dolores y horrores del mundo. Dolores marcados por las guerras, sus víctimas mortales y sus verdugos. Los más de 32.000 fallecidos en la matanza de la Franja de Gaza, entre los que se encuentran 14000 niños y 9200 mujeres, con 11 universidades destruidas y 342 centros escolares. «Una mancha en nuestra conciencia colectiva» como señala Unicef. Muertes en la guerra de Ucrania, con más de 7 millones de personas desplazadas. Y muertes en otras guerras olvidadas como Sudán o el Sahel, ante la pasividad y la insensibilidad de un mundo sin empatía que es incapaz de liderar soluciones estables, justas y de paz.

Y detrás de cada víctima, este Viernes de Dolores especialmente nos señala la imagen y el gesto de sufrimiento de cada madre. Es el día de La Piedad, esa imagen de María con el corazón traspasado y el hijo yacente en su regazo. De mi visita a Berlín me traje muchos recuerdos, pero especialmente me conmovió el Memorial de las víctimas de las guerras y las tiranías, donde en la enorme sala circular del edificio neoclásico, en la Neue Wache del animado bulevar Unter den Linden, permanece bajo una luz tenue la escultura hiperrealista que sobrecoge de «Madre con hijo muerto» de Käthe Kollwitz. Representa el dolor de todas las madres, de todos los continentes y todos los siglos, con el hijo muerto en los brazos. El sufrimiento también de las madres de los 2.800.000 hijos famélicos que perecen al año por la desnutrición y la tiranía de la codicia. Madres de los 4.000 hijos emigrados que perecieron ahogados en la frontera sur de Europa el pasado año por la incomprensión de los hombres. Madres judías de los hijos secuestrados por el fundamentalismo religioso. Madres argentinas de hijos desaparecidos y torturados por el fanatismo político. Madres desconsoladas de esos jóvenes Guardias Civiles asesinados en Barbate o en Los Palacios. O madres afligidas por todas esas hijas víctimas de malos tratos.

Es el día de esta «abadesa del llanto», a la que los cordobeses acuden masivamente a consolar en su casa de San Jacinto, porque empatizan y sienten suyo el dolor descarnado, de esta visitadora afligida de los que sufren. Jornada de devociones profundas y costumbres ancestrales, que resisten ante la dictadura de una cultura global y totalizante. Viernes de vía crucis por las calles de una Córdoba que se prepara entre incienso y azahar, para vivir su Semana Mayor.

En esta hora de confusiones y provocaciones, de incertidumbres y ausencias, de escándalos e infamias, invoquemos a esta Emperatriz del llanto, Virgen de los Dolores al pie de todas las cruces de la historia, «pañuelo de los incurables, reina doliente de todas las víctimas innominadas, reina de los mártires» en la letanía sentida del poeta Pablo García Baena. «Corazón de Córdoba escúchanos,/ Señora de Córdoba óyenos y llegue nuestro clamor a Ti».

** Abogado y mediador

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