Opinión | Cosas

Jugar con fuego

De nada sirve un buen proyecto si no va acompañado de diversos estudios y actuaciones correctas

Resulta conmovedor que una ciudad amigada con el fuego haya sido el escenario de una de las tragedias más mediáticas de los últimos tiempos. En el acervo popular, Valencia se asocia con la luz y el color. Y la cremá fallera, aparte de uno de los iconos más señeros del panorama festivo español, encierra toda una simbología de purificación y resurrección.

Comprendo el dolor de las víctimas de otros incendios, acaso agraviadas por una menor atención mediática y afectiva. La última con cierto acomodo en las cabeceras ha sido la ocurrida en una Residencia de mayores de Madrid, con tres ancianas fallecidas. Pero la catarsis es egoísta y más nos atrapa cuanto más nos veamos concernidos por los acontecimientos. Lo ocurrido en ese edificio del barrio del Campanar es la pavorosa impotencia de no hallar cortafuegos en tu propio hogar, el lugar donde te consideras menos vulnerable. Con mayor o menor repercusión y conmoción, nos asaltan noticias de pisos incendiados, pero en los que incluso sus fatales consecuencias están segmentadas, a salvas de tiznadas estelas en la fachada o los escalofríos de la barriada. También nos afligieron los fallecidos en las discotecas murcianas, pero los estragos de la vivificación en carne propia se amortiguan en la medida en que ni nosotros ni los nuestros frecuentemos esos locales.

Sin embargo, en el edificio valenciano concurre el pavor de lo inverosímil. Un bloque de nueva planta --tres lustros no son nada para una construcción--, con todos los parabienes de buenos materiales según los comerciales de su promoción. Y sin embargo, en pocos minutos se crea una llamarada fulgurante que vivifica la imaginería de El coloso en llamas, estrenada justamente medio siglo atrás. Tanto en aquella ficción del celuloide como en esta cruda realidad, la intervención del cuerpo de bomberos ha evitado una mayor pérdida de vidas humanas.

Vista la desacreditación que desde hace tiempo encuentra en las instituciones, Montesquieu ha tenido que pluriemplearse en otros ámbitos. El equilibrio de poderes también es crítico en el sector de la construcción. De nada sirve un buen proyecto si no va acompañado de un estudio geotécnico previo que compruebe las características del terreno; de una eficaz dirección facultativa que verifique la correcta ejecución de los cálculos, así como la correcta actuación por parte de las contratas y subcontratas evitando que la obra se convierta en una auténtica torre de Babel; en el testado de los materiales empleados y el cumplimiento de la normativa vigente; en el buen funcionamiento de los sistemas de emergencia, y de las vías de evacuación. Y en el aval final de las correspondientes certificaciones. Cuando estos contrapoderes colapsan, estamos expuestos a que irrumpa una confluencia de catastróficas desdichas. Lamentablemente, en este país la desgracia sigue siendo el pantalán de las rectificaciones, teniendo aún escaso músculo conceptos como prevención, incidente, auditorías o simulacros.

Estamos en la fase inicial de la investigación y es correcto mantenerse en el campo de las cautelas y no airear las presunciones. Pero todas estas peritaciones han de avivar las mejoras en los aspectos constructivos y dar una respuesta a los familiares de los fallecidos y a quienes en cuestión de minutos se quedaron con lo puesto. Es cierto que la normativa contra incendios del año 2017 mejora sustancialmente la existente en el momento de otorgamiento de la licencia de obras al edificio del Campanar. Pero este cruel aldabonazo ha de servir para tomarse aún más en serio cuestiones que hasta ahora se perciben secundarias en una Comunidad de vecinos, como son la sectorización con puertas RF frente al fuego, la distancia entre extintores, las vías de evacuación o la eficacia de los hidrantes. En Valencia, el fuego de las fallas es sagrado. Otra cosa es jugar con fuego.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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