Opinión | EL Triángulo
Feijóo no despista, apunta
Tener una visión periférica del Estado y estratégica a corto pero también a largo plazo no es fácil en este país, tan heterogéneo según por barrios. En Galicia y el País Vasco, Vox es una fuerza política inexistente, aún más, sus postulados no son absorbidos por una parte del PP como ocurre en Madrid, porque no tienen acogida en ese modelo de sociedades abiertas histórica y comercialmente al mundo, lo que las vuelve eminentemente pragmáticas. Feijóo se prepara para el futuro, escuchando a su yo interior, aturdido por la llegada a la capital del Reino, por los cantos de sirena de los medios que le acusan de derechita cobarde, y por la lenta digestión del 23J. Hace maniobras de aproximación en un sentido y en el contrario, se apoya en Vox para conseguir las mayorías autonómicas intentando controlar su influencia en la gestión, mientras desea que acabe siendo irrelevante en las próximas elecciones. Encabeza las movilizaciones contra la amnistía, que ya sufrían de un claro agotamiento, y los focos se los llevan las algaradas de los extremistas con muñecas hinchables o rosarios, según el día. Ese era un camino agotado si además se te juntan un montón de tractores que paralizan el paso, y tienes a consejeros de Vox en cuatro de las comunidades autónomas que gobiernas. El futuro de Feijóo no depende tanto de si pierde la mayoría absoluta el domingo en Galicia sino de encontrar el camino de vuelta a sus relaciones con el PNV y Junts, que sin Puigdemont se sentiría más cómodo. No sé si yo confundo el deseo con la realidad, un poco como lo que le supone a Feijóo tratar con la inestabilidad institucional de Vox, en Baleares, en Castilla y León o la persecución cultural en Aragón. Mientras Almodóvar contestaba al vicepresidente de Castilla León por su descalificación del cine español, Alfonso Fernández Mañueco aplaudía al unísono con Pedro Sánchez y Gallardo en la fila de atrás permanecía con cara de pocos amigos. Feijóo no está cómodo en una entrevista con Jiménez Losantos dedicada a insultar a la ministra Alegría, y es verdad que no le replica, pero esa risa nerviosa es más de tierra trágame que de gozar en ese trance, hay muchos que la reconocemos. Es un hombre conservador hasta en las campañas electorales, cuando opta siempre por un perfil tan bajo que se las deja escapar, no es un político espectáculo que sintoniza mal con la escenificación de los herederos de Olona y se siente más confortable con la seriedad del PNV y el antiguo pragmatismo de Junts cuando se les quite la tontería esa de la amnistía. Si hay que ayudar con el indulto o con la comprensión de la justicia pues se hace, que siempre hemos sido amigos.
* Politóloga
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