Opinión | sedimentos

Depresión

Hablar de depresión implica aludir a un estado de ánimo decaído, asociado a profundos sentimientos de tristeza. Ocasionalmente puede ser transitorio, generado por circunstancias ajenas o eventos traumáticos personales, pero también puede tratarse de una enfermedad endógena, de origen interno, en cuyo caso es más difícil de erradicar y tiende a convertirse en una afección recurrente o de carácter crónico. En ambos casos, las manifestaciones serán idénticas: alteraciones de conducta, reducción de actividad vital y, por encima de todo, un pensamiento abatido e inmersión permanente en la infelicidad.

La depresión supone una de las patologías más frecuentes en atención primaria y es la primera causa de discapacidad suscitada por dolencias mentales, así como principal motivo de derivación a psiquiatría. Pues bien, hoy en día, pensar en necesitar los servicios del Salud resulta de verdad deprimente, dada la demora para recibir atención y las listas de espera de las especialidades, sumamente agravada en el caso de la psiquiatría y psicología por una severa carencia de profesionales, lo que deviene en una cuestión de dudosa y tardía resolución. Entretanto, quienes tienen la desventura de poder contemplar la calle únicamente desde una ventana, encerrados en pocos metros cuadrados, difícilmente pueden comprender que la gente que dispone de buena salud sea incapaz de apreciar el inmenso regalo que ello supone. Por fortuna, algo brilla con especial fulgor en nuestra sanidad: su personal, en todos los niveles, pero con muy especial referencia a enfermeras y auxiliares, merced a su entrega, amabilidad y calidad de la atención proporcionada al paciente. No existe mejor antidepresivo que esa relación humana, plena de empatía, en la que el enfermo se siente arropado y comprendido. Los males, con una sonrisa, son menos males.

* Escritora

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