Opinión | Para ti, para mi

Esta noche es Nochebuena

Estamos viviendo un tiempo de ceguera muy peculiar, tal vez todos los tiempos lo sean, donde nos amenaza un vuelo corto

«Esta noche es Nochebuena, y mañana Navidad...». La Navidad de 2023 ya está aquí. Lamentablemente, nos llega con el ruido de fondo de las armas de la guerra en varios países. Y de fronteras adentro, tampoco podemos decir que las cosas nos vayan sobre ruedas. Estamos viviendo un tiempo de ceguera muy peculiar, tal vez todos los tiempos lo sean, donde nos amenaza un vuelo corto, una mentalidad pragmática, donde la prisa nos devora y nos acorrala en un estrés dañino, origen de muchas de nuestras enfermedades corporales y espirituales. Ahora, todo es distinto, todo ha cambiado, todo es un puro contraste en una sociedad que tambalea sus principios fundamentales, bordeando mil abismos. Todo queda a un lado. Hoy, la humanidad entera abre sus entrañas a la Nochebuena, que en su esencia más viva será siempre la misma como recoge la letra de un villancico universal: «Noche de Dios, noche de paz, claro el sol brilla ya y los ángeles cantando están». El papa Francisco describe la Nochebuena con especial ternura: «En la noche resplandece una luz. Un ángel aparece, la gloria del Señor envuelve a los pastotes y finalmente llega el anuncio esperado durante siglos: «Hoy, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lucas 2,11). Indica a los pastores cómo encontrar a Dios que ha venido a la tierra: «Y esta será la señal para ustedes: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Este es el signo: un niño. Eso es todo: un niño en la dura pobreza de un pesebre. No hay más luces, ni resplandores. Sólo un niño. Nada más, como había anunciado Isaías: «Un niño nos ha nacido». Dios no cabalga en la grandeza, sino que desciende en la pequeñez. La pequeñez es el camino que eligió para llegar a nosotros, para tocarnos el corazón, para salvarnos y reconducirnos hacia lo que es realmente importante. Reconozcámoslo: «Niño, Tú eres Dios, Dios-niño». Dejémonos atravesar por este asombro escandaloso. Aquel que abraza el universo necesita que lo sostengan en brazos. Él, que ha hecho el sol, necesita ser arropado. La ternura en persona necesita ser mimada». Impresionante la descripción que nos ofrece el Papa, del Nacimiento de Jesús, en un portal de Belén, mientras nos invita a que visitemos los «belenes», la maravillosa iniciativa de san Francisco de Asís, que, en la Navidad del año 1223, estrenó en Greccio, ante un pesebre con el heno, el buey y el asno. La preparación del pesebre en nuestras casas nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén, estimula los afectos, invita a sentirnos implicados en la historia de la salvación. Hace ya unos años, el papa Francisco ofreció al mundo entero un precioso «titular» que desvelaba y describía hermosamente la llegada de Dios al mundo, la celebración de la Navidad: «Jesús es la sonrisa de Dios, porque vino a darnos el amor del Padre». Su mensaje fue acogido por María y José que han reconocido en su sonrisa la misericordia de Dios para ellos y para todos aquellos que esperaban al Mesías. También nosotros, los hombres y mujeres de esta hora, revivimos esta experiencia en torno al pesebre de Belén, mirando al Niño Jesús y sintiendo que allí Dios nos sonríe y sonríe a todos los pobres de la tierra, a todos aquellos que esperan la salvación, que esperan un mundo más fraterno, donde no hay más guerras ni violencias, donde todo hombre y mujer puedan vivir en su dignidad de hijos e hijas de Dios. Siempre necesitamos «la sonrisa de Dios», pero muy especialmente en estos tiempos dificiles, donde «sólo Él puede ayudarnos». Sonreir es acariciar con el corazón, acariciar con el alma que puede parecerse a los ángeles de la Nochebuena, y acariciar con las manos abiertas de par en par para «abrazar y ayudar», para «acoger y alentar», para «curar heridas, infundir alientos y dar calor a los corazones rotos y desamparados».

A pesar de que la mayoría de las felicitaciones navideñas se envían a través de las redes sociales, no se ha perdido la costumbre de los «christmas» postales, que mantienen siempre su encanto multicolor y su cercanía fraternal. Sobre mi mesa, la felicitación de nuestro obispo, Demetrio Fernández, a sus diocesanos, con una entrañable imagen de María, José y el Niño, y su deseo más ferviente: «Que María dé ojos para admirar este Misterio»; el christma de los seminaristas cordobeses y sus formadores, de san Pelagio, con un hermoso mensaje del profeta Isaías, al igual que el del Seminario Redemptoris Mater «San Juan de Ávila». ¡Feliz Navidad, a todos vosotros, amigos lectores, mientras coloco en mis labios y en mi corazón la bellísima Oración del Papa para Navidad: «Jesús, te miramos acurrucado en el pesebre! ¡Te vemos tan cercano, que estás junto a nosotros para siempre! Gracias, Señor. Te contemplamos pobre, enseñándonos que la verdadera riqueza no está en las cosas sino en las personas, sobre todo en los pobres. Perdónanos si no te hemos reconocido y servido en ellos. Te vemos concreto, porque concreto es tu amor por nosotros. Jesús, ayúdanos a dar carne y vida a nuestra fe. Amén».

*Sacerdote y periodista

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