Opinión | Colaboración

El óbolo de San Pedro

Todo el país --excepto el periódico homónimo-- anda en vilo ante la deriva que apunta el futuro patrio. A diferencia de los golpistas, hay quien ha perdido el juicio y, por mantenerse en la poltrona, ha convertido la erótica del poder en obscena pornografía. Pactar con el diablo ya no es una metáfora desde que Pedro Sánchez se besuquea con la portavoz de Bildu, esa cuya sonrisa inspiró el viejo refrán «aunque la hiena se vista de seda...». Con la inflación por las nubes, una traición por treinta monedas de plata es una bagatela, así que el presidente del Gobierno en funciones ha actualizado el precio de la felonía; concretamente quince mil millones de euros, una amnistía y su dignidad.

Quienes frecuentan a Pedro Sánchez --y los que tenemos la fortuna de no hacerlo-- coinciden en justificar su errático proceder por el temor a perder los privilegios que disfruta de forma ostentosa, de ahí que se antoje sencilla la solución a nuestros males: sufragárselos entre todos. Es cierto que viendo los gustos del gachó el coste no será ninguna minucia, así que toca rascarse el bolsillo. Para que la dolorosa lo sea menos, sugiero celebrar una colecta que, dada la autoestima del beneficiario y su afición al plagio, bien pudiera llamarse el óbolo de San Pedro; seguro que, en su humildad, no le disgusta el nombre. Provistos de huchas tipo Domund con la efigie del presidente, los niños saldrían a la calle a sablear a los viandantes y, al reclamo de «para que Pedro Sánchez abandone la Moncloa», la recaudación sería tan cuantiosa que permitirá iniciar la negociación con Bolaños, el mejor interlocutor posible dada su probada habilidad para claudicar en los pactos.

Una vez garantizado el uso vitalicio del Falcon, estoy convencido de que todo será pan comido. Acostumbrada como está toda la familia Sánchez a la vida palaciega, propongo que se instalen en el Palacio de El Pardo y poder así «resignificar» (sic) la que fuera morada franquista. El veraneo que lo mantengan en otro palacio --el de La Mareta-- pues los dos mil kilómetros que lo separan de la Península garantizan nuestra tranquilidad estival. Su necesaria seguridad estará garantizada por una treintena de policías, cifra que, si bien es elevada, supone un ahorro por ser la mitad que la actual. Por último, la partida dedicada al vestuario puede ser modesta, dado que los trajes color berenjena con solapas diminutas andan de oferta; para los fines de semana, con un chándal es suficiente. La empresa bien merece un esfuerzo de todos, siquiera sea tan mínimo como la peseta que un día nos pidiera la gran Lola Flores para pagar su deuda con el fisco. Después, como dijo la Faraona, nos iremos a tomar una copa y llorar de alegría.

Pese a todo, no soy optimista. La experiencia dice que en España, en materia de gobernantes, todo es susceptible de empeorar. Sin ir más lejos, Rodríguez Zapatero – pese a sus esfuerzos– hace un tiempo que ha dejado de ser el peor presidente de la democracia.

Suscríbete para seguir leyendo