Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Doblar la esquina

Se trabajará para que los cines de verano obtengan la declaración de bienes de interés cultural

Nacer haciendo esquina a las calles de la Paciencia (hoy Zorrilla) y de la Alegría (hoy Menéndez Pelayo) no deja de marcar cierta impronta. Un 13 de abril de 1873 la prensa local anunciaba que había llegado la hora del Gran Día. O mejor la Gran Noche. Aquella en la que el público cordobés debía admirar la Gran Obra. Que para no desmerecer del adjetivo también lo incorporaba a su nombre. El Gran Teatro. Hubo que tener un poco de paciencia porque en su génesis las circunstancias hicieron que el proyecto inicial asociado a un café --los teatros y los cafés siempre conformaron buenos maridajes, que afortunadamente en algunos lugares aún perviven-- derivara hacia el edificio que hoy conocemos. Fue una alegría.

Merece la pena leer con cierto detenimiento (o sea con paciencia) los cubos instalados en la avenida del Gran Capitán que conmemoran los 150 años de su existencia porque, además de muchas curiosidades y testimonios visuales, cabe encontrar en parte de ellos el lenguaje periodístico propio del ambiente finisecular del XIX y posterior ‘Belle Epoque’ de aquel bulevar nacido a modo de ampliación ‘glamourosa’ con la que abrir Córdoba extramuros y hacia la estación, creando «un paseo de salón» acorde con la modernidad del momento.

El ‘Diario de Córdoba’ recogía que aquella gran noche «todas las localidades estaban ocupadas por una escogida y elogiosa concurrencia» en una crónica que elogiaba desde aspectos constructivos y decorativos a «la presencia en los palcos de bellas moradoras». Otros comentarios, más prosaicos, dejaban constancia de «unas sillas cómodas y elegantes y unas preciosas butacas con proporciones admirables y ventajas inmensas como colocar cómodamente los sombreros que causan molestias en estos espectáculos y que sufren terribles encuentros que no suelen hacer al dueño nada de gracia».

El viandante también podrá recrearse con los versos que Ricardo de Montis dedicaba a algunas renombradas divas del momento. Los cubos destacan la presencia de dos de ellas: la estadounidense Emma Nevada, una de las grandes sopranos de ‘coloratura’ del finales del XIX, «de dulce voz, delicado acento y murmullo encantador» según él. Y la portuguesa Regina Pacini, otra famosa divina del bel canto cuya voz, según Montis, «deleita y subyuga como el canto de las sirenas aladas». Pacini se retiró de la escena al casarse con el que luego fue presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear. Como primera dama se la recuerda como todo un referente cultural y benéfico. Curiosamente, las dos debutaron en su momento encarnando la Amina de la ‘Sonámbula’ de Bellini y al menos la Nevada la cantó sobre las tablas del Gran Teatro. De hecho, las crónicas dicen de ella que tras la Cavatina del último acto aquello «no era entusiasmo, era delirio rayano en la pasión» mientras «una lluvia de flores caía desde el telar y multitud de ramos y elegantes bouquets se lanzaban desde los palcos». Una cavatina/cabaletta que bordaba siempre Maria Callas y cuya frase inicial está grabada sobre la tumba de Bellini.

Valga esta pequeña evocación periodística como apunte añejo de esas memorias al cubo de un superviviente del viejo bulevar que evolucionó a lo largo del tiempo, acogiendo años dorados de cine, otros espectáculos y otros públicos mientras, al hilo de la historia y el acontecer de la propia ciudad, iba desapareciendo el entorno en el que había nacido. La programación fue deteriorándose a la par que el edificio, que a punto estuvo de ser demolido en 1976, salvándose ‘in extremis’ al ser declarado de utilidad pública. Cerrado en 1980, hubo que tener de nuevo paciencia durante seis años para recibir, en 1986, la alegría de reabrirlo. Y hasta hoy, en que asume brillantemente el dinamismo cultural de su época.

Valga también para decir que estos días la historia se repite un tanto. Los papeles traen la noticia de que el Consistorio trabajará para lograr que los cines de verano, también de larga historia, obtengan la declaración de bienes de interés cultural, ganen protección y mantengan su actividad. Toca de nuevo que la paciencia abra la esperanza de una nueva alegría merecedora también de los cubos, textos e imágenes correspondientes. Quizá no con reseñas gráficas y de prosa periodística tan floridas, pero con vivencias y aportaciones populares inefables. En esa particular calle de paciente recorrido están también muchos otros proyectos. A modo de ejemplos, en el ámbito cultural, la recuperación del templo romano, de la vieja sede de la Academia, del Museo Arqueológico... Y es que a veces encontrar la alegría a la vuelta de la esquina supone toda una odisea.

* Periodista

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