Opinión | HISTORIA EN EL TIEMPO

Avatares de un periódico y su director (y 2)

El libro memoriográfico de A. Caño es más rico en reflexiones que en evocaciones personales

El enjundioso libro memoriográfico del marteño A. Caño es más rico, contra lo que pudiera esperarse de una pluma aireada en los cinco continentes, en reflexiones y meditaciones que en evocaciones y reminiscencias personales. Estas últimas no dejan, claro es, de aparecer en unas páginas siempre recatadas y sobrias, pero en cantidad muy inferior a las primeras, imantado quizás el autor por el destino y papel de un oficio azotado en la actualidad por vendavales devastadores, como el lector medio y acucioso no deja de comprobar cada mañana al observar lancinantemente en cualquier ciudad española que se obliteran incesablemente la venta en los antiguos y venerables quioscos, ya en franca e irreversible retirada... Así, en las muy escasas alusiones memoriográficas, descuellan su negativo juicio de la Escuela de Periodismo madrileña en la que cursara ilusionadamente sus estudios universitarios en plenitud del franquismo; así como el muy escueto y positivo que le mereciera Jesús de Polanco o la eximia figura de D. José Ortega Spottorno, verdadero fundador del hoy mítico El País y cuyo libro ‘Los Ortega’ (Madrid, 2002) debiera decretarse como obra de obligatoria lectura en las escuelas e enstitutos de España, tales son su emoción patriótica, alquitarada erudición y limpieza prosística.

Mas naturalmente dicha austeridad global salta casi por los aires al rememorar los capítulos inaugurales de la historia del periódico de sus amores y desdichas. Con escritura envidiable por su hondura y plasticidad el retrato de tales años se erige ya en un página insuperable de la reconstrucción de los momentos primigenios de la España democrática, alzados como eje doctrinal de la mayor parte de las generaciones responsables por entonces de la suerte de un país sin antecedentes próximos o lejanos de un estadio climatérico de su fuerza y esperanza. «Cuando llegué, en julio de 1982, esa hegemonía de El País era ya muy notable, pero unos meses después ocurriría un novedad política de formidables consecuencias para el país y para El País (...) Con ese triunfo (victoria del PSOE, octubre,1982) se trasladaba por fin al gobierno de la nación el cambio sustancial que se venía produciendo en la sociedad en los siete años anteriores. El relevo político era también un cambio generacional; la identificación entre un nuevo gobierno, una nueva España y una nueva generación era incontenible, y El País era el periódico en el que se fundían todos esos caminos y se expresaba esa idea” (p. 90).

Juan Luis Cebrián, primer director del mítico diario madrileño, atesora del lado del que sería años adelante su sustituto una atención tan dilatada como perspicaz. En lo sucesivo será imposible acometer una historia de la Prensa española de la Transición sin continuas referencias a la obra de Caño. Su etopeya es tan contrastada como plausiblemente objetiva, convirtiéndose sus páginas en un testimonio de singular acuidad. Todo lo concerniente a la polémica figura de Cebrián, junto asimismo el capítulo consagrado a la conversación agonística mantenida entre Caño y un Pedro Sánchez a la husma agobiante de consolidar con el sostén de El País su liderazgo gubernamental y exigiéndole su apoyo indeficiente imantarán sin duda el interés de los lectores, que acaso se sientan un poco defraudados con la crónica dedicada por el muy honesto periodista jiennense a su destitución de la presidencia de aquel. Su relato de tan significativo episodio se describe con elocuencia tacitiana por la riqueza psicológica de los dramatis personae, como al propio tiempo por la discreción en las alusiones a sus caracteres y conducta en tal trance.

Por lo aludido como asimismo por otros muchos avatares y aspectos de la profesión periodística en su trayectoria nacional e internacional más reciente, la sugestión de unas páginas sobrias al par que fruitivas se despliega con irresistible valor testimonial y artístico. Para el bien de la historia de nuestro tiempo y salud moral de la sociedad española sería, en fin, muy de desear que el libro ‘Digan la verdad’ tuviera largo recorrido lector en la cultura hispanoamericana.

 ** Catedrático

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