Opinión | Historia en el tiempo

‘Mi’ hospital San Juan de Dios

El Hospital de San Juan de Dios celebra alborozadamente el nonagésimo aniversario de su fundación

Desde ha tiempo, la temática sanitaria es la más imantadora de la opinión pública española, seguida --a distancia-- de la de la organización institucional y administrativa del Estado. A prueba de vaivenes y bataholas políticas y sociales, ocupa invariablemente un lugar principal en el interés de nuestros conciudadanos.

Por fortuna, el articulista es habitante de una hermosa urbe dotada en conjunto de un red asistencial digna de aplauso por la feliz conjunción de medios materiales y burocráticos y, singularmente, por unos cuadros de médicos, enfermeras y enfermeros del más alto nivel, modélicos en varios planos de su noble oficio.

En estos días uno de sus establecimientos galénicos de mayor reputación --el Hospital de San Juan de Dios-- celebra alborozadamente el nonagésimo aniversario de su fundación. El justo y elevado crédito gozado por tal clínica y el siempre estimulante juicio requerido por su inmensa labor impulsan al anciano cronista a volver a escribir una vez más acerca de las envidiables cualidades atesoradas por sus médicos y enfermeros a lo largo ya de casi un siglo. En el país de los altibajos y disfunciones, dicha nota de una colectividad muy urgida de conductas y trayectorias de semejante valor atrae irresistiblemente la simpatía y, a menudo, también la gratitud de la población, en especial, de los sectores más humildes que han constituido el norte y objetivo primordiales de sus impagables tareas. Así, en el recuerdo más reciente de sus vicisitudes resaltan en la pluma del arriba firmante la figura del que fuese director de la institución D. Manuel Gala, de sobresalientes conocimientos en su especialidad de Traumatología y no menos notables en el muy difícil arte de coordinar, con rara eficacia, el trabajo cuotidiano y vital de un vasto staff hipocrático y administrativo. En este último, en su recuerdo reverbera con sin igual intensidad la personalidad impar de D. Antonio Serrano, alma y espíritu del palpitar diario de un hospital desconocedor de la calma y el sosiego, salvo, claro es, en la mesa de operaciones y en la cama de sus asistidos. Observador de todo, pendiente de todo, allí se encontraba indeficientemente la actividad incesable de uno de los cordobeses verdaderamente memorables de los postreros decenios del siglo XX. ¿Se inscribirá en alguno de los libros de Historia consagrados a esa época? Sobre el de sus sucesores Dª Carmen Gómez y en el presente el muy juvenil D. Vicente Luque, albergamos las mayores esperanzas acerca de los frutos de una misión tan ímproba como vocacionada a la manera de la desarrollada desde los instantes de sus respectivos y acertados nombramientos.

Y, obviamente, estas líneas apresuradas y estremecidas no pueden terminarse sin la mención no menos descollante del hermano José Mª, almeriense de singulares quilates tanto religiosos como humanos. Desde su promontorio de sencillez franciscana y fidelidad absoluta al redentor mensaje del gran lusitano San Juan de Dios, subyugado por entero por la Granada renacentista, el buen hermano pensaba con acierto en sus últimos años que la secularización que avanzaba arrolladoramente tras el Concilio Vaticano II, impondría a su entrañada Congregación unas pautas innovadoras cuya implantación exigiría un arduo equilibrio entre ‘nova et vetera’. En la feliz hora del 90 aniversario cordobés del Hospital de San Juan de Dios --en su inicio Hogar y Clínica de S. Rafael--, no cabe dudar que sus mejores miembros trabajarán ardidamente por encontrar en el fecundo mensaje de su Fundador la llave que les abrirá el porvenir.

** Catedrático

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