Opinión | Cielo abierto

La política

«Esa imposición de la mentira como forma de estar y de entenderse, esa aceptación de los propios y extraños, esa alineación/alienación también tiene que ver con la pérdida del debate público»

Los púgiles se encuentran en la lona y miramos, absortos, sus golpes más o menos previsibles. Hemos estado ahí, al pie del cuadrilátero encendido, y conocemos ya bastantes movimientos. El boxeo puede gustarte más o menos, pero estoy hablando de política. A veces tengo la sensación de que, encima, no estamos asistiendo a un nuevo combate, sino a una reposición con matices más o menos perdurables. Esa extrañeza ante la cita periódica puede hacernos sentir, y hasta pensar, que lo que anda sucediendo ahí delante no tiene demasiado que ver con nosotros. Que ellos están en lo suyo, con su danza en la lona, entre esas componendas y estrategias más o menos estériles, más o menos firmes o eficaces, mientras que aquí la gente sigue en el lío de volver a intentar alzar la vida sobre las circunstancias. Sin embargo, todo está unido, y esa desafección puede formar parte del problema. Es cierto que los partidos se lo han comido todo, lo han ocupado todo, nos han ido dejando con una sociedad que ha delegado demasiado en ellos. Sucede también con el debate cultural: se ha dejado en sus manos, y se han dado por supuestas demasiadas cosas. Es como si estuviéramos a punto de bailar, pero esperando que otros nos elijan la música. De pronto ahora toca hablar de José Antonio Primo de Rivera, de pronto ahora toca hablar de ETA. Puestos a elegir, prefiero hablar de ETA, entre otras cosas, porque nos coge un poco más cerca en presencia y dolor. O de los esfuerzos que se vienen haciendo, en los últimos días, para decirnos que lo que parece no es, que aquí nadie ha pactado con Bildu, cuando lo estamos viendo cada día. Esa imposición de la mentira como forma de estar y de entenderse, esa aceptación de los propios y extraños, esa alineación/alienación también tiene que ver con la pérdida del debate público. Se ha entregado a otras manos y aquí lo que se pierde no se reconquista. Claro que ese combate puede causar hartazgo, pero somos nosotros quienes besan la lona.

*Escritor 

Suscríbete para seguir leyendo