Opinión | COLABORACIÓN

La mala reputación

Llaman la atención la palabras de un accionista desesperado, es perfectamente comprensible, en la tormentosa junta que cerró 167 años de historia de Credit Suisse el pasado lunes. «El colapso del banco ha traído el deshonor al país». Bueno, es posible que haya quien siga creyendo que Suiza es el país de la ética financiera, al igual que haya quien crea en los reyes magos, pero, en todo caso, ese colapso estaba más que anunciado desde hace años. Los escándalos reputacionales y la mala gestión --cuando van juntos, que no siempre es así-- han sido las constantes que han acabado con la entidad. Posiblemente, y a pesar de la investigación de la fiscalía suiza, no haya habido otra salida que la lenta, pesada y complejísima digestión que le espera a UBS tras verse obligado a quedarse con Credit Suisse. Pero ese es ya otro asunto.

El tema del «deshonor», término en desuso, ‘viejuno’ para muchos, pero de enorme carga simbólica no es baladí. Hoy, cuando cualquier reputación está en el alero a nada que cualquier mano, por muy «calada» que se la tenga, tire una piedra a su parroquia, acaba siendo tarea titánica eliminar las dudas que provocan la onda expansiva. Por si todavía hace falta recordarlo, llevamos mucho tiempo sabiendo de la sofisticación de las ‘apps’ de inteligencia artificial como para sorprendernos de las posibilidades que abren a la manipulación no ya de una reputación en concreto, sino del propio corazón del sistema.

Axel Lehman, que llegó en enero de 2022 a la presidencia de Credit Suisse para intentar salvar lo improbable, pidió perdón en la junta por su fracaso. Le fue imposible recuperar la confianza en la marca y, después de lo sucedido con los bancos americanos, asomó el miedo, la estampida del rebaño, tras los pies de barro del gigante sistémico. «Las redes sociales y la digitalización propagaron las llamas de este miedo. Todo ello nos golpeó en el momento más vulnerable».

Las redes sociales y la digitalización. Los canales y nada más. Esto es 2023 y algo parecido sucedió hace ya 15 años con Lehman Bros. Cuando hay humo, lo más normal es que haya fuego. Si la mejor reputación puede ser dañada por el capricho o la envidia de un ‘Savoranola’ de medio pelo a través de un móvil, ¿qué se podía esperar cuando el deshonor, la mala reputación, era ampliamente reconocida?

* Periodista

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