Opinión | Cielo abierto

Derecho al Día del Padre

Hay buenas madres y hay buenos padres, hay malos padres y hay madres perniciosas

Creo en el Día del Padre porque creo en mi padre, porque creo en mí como padre y porque creo en mi hijo. En esta santísima trinidad de la paternidad creo por encima de todas las cosas porque la vida me ha enseñado que es verdad. Que no hay ningún esfuerzo, ninguna barrera, ningún muro que resulte lo suficientemente infranqueable para el amor de un padre. Esto me lo ha enseñado mi padre y yo se lo trato de enseñar a mi hijo. Pero no es algo que se explique con palabras, sino una realidad que se practica solamente con los hechos alzados. Es increíble que haya que estar aclarando este tipo de cosas, pero lo aclaro: esto no supone ninguna minusvaloración del amor de una madre, que me parece igual de sacrosanto que el amor de un padre. Ni más, ni menos, sino exactamente el mismo: depende del compromiso y del desprendimiento, depende de la entrega, depende de la generosidad de cada uno y cada una. Depende de lo que pongas por delante: el amor por tu hijo, el bienestar de tu hijo, el cariño de tu hijo, el entorno familiar y hasta cultural de tu hijo, o tu beneficio personal. El tema es así de sencillo y, más allá de la casuística, se enfoca a pecho descubierto, porque no suele haber muchas carreteras secundarias: o te pones a tu hijo en la frente o te pones a ti mismo, o a ti misma, con tu interés. Y para eso no hace falta ni ser mujer, ni ser hombre: es una cuestión de prioridades, de entrega y sacrificio, pero no es una cuestión de identidad. Hay buenas madres y hay buenos padres, hay malos padres y hay madres perniciosas. Bienvenidos al ABC de la condición humana, que nada entiende de soflamas identitarias; pero sí, y mucho, de los infinitos caracteres, unos más edificantes que otros, que nos hacen a todos madres o padres únicos.

Comprendo que todo el mundo no ha tenido una experiencia similar a la mía. Comprendo que hay gente que, por desgracia, ha soportado también a otro tipo de padres. Padres que insultan, padres que vejan. Padres que no te hacen sacar lo mejor de ti mismo, padres que maltratan a sus esposas. Exactamente igual que también hay madres --sí-- que insultan y vejan, madres que maltratan --al menos, psicológicamente, a sus maridos y a sus hijos--, o que hacen a sus maridos chantaje emocional con el cariño de sus hijos por oscuras razones. Incluso comprendo que hay quienes padecen, sin incurrir en casos tan graves como los descritos, a padres de los que no pueden sentirse tan orgullosos, y que el Día del Padre tan sólo les recuerde al padre que habrían querido tener, y no han tenido.

Lo siento por ellos: en esta vida todos sufrimos por algo, todos arrastramos una herida que también es única, que nos singulariza, que nos eriza la historia que podría haber sido. Pero no porque uno, o una, haya tenido padres más o menos alejados o descuidados, o egoístas, dejan de existir los buenos padres. Y no porque en una familia haya dos padres, o dos madres, dejan de existir esos padres como tales. Porque la inclusión de lo diverso no puede significar, en ningún caso, la exclusión de una de las partes. Y aunque ahora haya muchos tipos de familias y debamos defender los derechos de esos niños a sentirse representados y respetados en sus afectos, no por eso vamos a excluir al tipo de familia en el que, estén los padres separados o no, hay un padre, varón, que es un hombre, y que ama a su hijo por encima de todas las dificultades que tenga que soportar para llegar a él.

Viene todo esto por el Cristo que le han montado a Bertín Osborne por opinar sobre la profesora de un colegio de Jerez que ha enviado un audio a los padres diciendo que ya no se celebra el Día del Padre, sino el Día de la Persona Especial, porque hay muchos tipos de familias y tal y no hay que celebrar el Día del Padre. Les pide, por tanto, que sus hijos lleven, para hacer un trabajo del Día de la Persona Especial --hoy 19 de marzo-- una foto de alguna «persona especial», como «el tío Jaime», porque hay familias de dos padres y dos madres y no queremos que nadie se sienta discriminado. Insisto: si hay dos madres, dos madres. Si hay dos padres, pues dos padres. Pero una cosa es un padre y otra muy distinta una «persona especial». Persona especial puede ser tu profesor de lengua, el novio de tu madre o tu entrenador de baloncesto. Pero un padre es un padre. Quien no haya tenido un padre del que enorgullecerse, de verdad, lo lamento. Pero quienes sí lo tenemos, o lo somos, o luchamos por serlo en unas circunstancias adversas, nos hemos ganado el derecho a este día.

*Escritor

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