Opinión | Cielo abierto

Cuelgamuros

Cuando abrimos la puerta del pasado, tenemos que tocar sus huesos con prudencia y respeto, desde una proyección cabal sobre el presente. No son osamentas lo que tienes ahí, las últimas posturas de hombres y mujeres desde su porción de eternidad: sino sus vidas, en los últimos trazos, antes de reducirse involuntariamente a la quietud. Para cruzar ese umbral, con bata de forense o escribiendo una novela, se necesita humildad: si te acercas a hechos o a personajes que existieron, vivieron y murieron, poetas o milicianos, monjas o agricultores, obreros o militares, pero personas reales cuyos huesos estamos observando, no se trata de imponer la versión que te conviene hoy, desde el presente, adobándolos de maniqueísmo, para convertirlos en consigna, sino de intentar acercarnos a una verdad honrada. Restituir la dignidad de las víctimas, retomando el relato que integre sus voces, sus rostros y lamentos, sus pasiones y afanes, precipitados desde el mismo instante de sus muertes hasta hoy, no se puede lograr adulterando, o simplificando, las circunstancias que los rodearon. Si los contemplamos con honestidad, al asomarnos a lo que pudieron ser sus vidas, vamos comprendiendo que ningún horror --y la guerra civil española fue justamente eso, un horror--, puede resumirse como un pulso sencillo entre buenos y malos, aunque eso beneficie a quienes eficazmente manipulan esa especie de candidez ideológica en la que algunos prefieren recostarse. Si aprovechas el ayer remoto para ganar el hoy, aunque estés rodeado del osario del Quinto Regimiento, ya estás empezando a perder el mañana. Por eso mismo --porque no conviene--, no hay tiempo ni ganas para investigar los 379 asesinatos de ETA que siguen sin resolver, pero sí para grabar un videoclip en Cuelgamuros, donde los restos óseos pertenecen a caídos de los dos bandos. Si los familiares de esas víctimas importaran de verdad a la memoria democrática, ellos serían los primeros en haber visitado el santuario.

* Escritorj

Suscríbete para seguir leyendo