Opinión | TRIBUNA ABIERTA

La lucha por la clase media en carnaval

De la larga ristra de proposiciones ideológicas de la ultraderecha la más burda es la de que el Gobierno «social-comunista» quiere acabar con la clase media dentro de un sistema totalitario. Esto da mucho miedo a la clase media muy orgullosa de sí misma. El otro día se paseaba uno vestido de clase media, pavoneándose como un pavo real sin tener un ‘duro’ y todo el mundo sabía que solo era un disfraz de carnaval. ¿Pero qué es la clase media?

En veloz repaso histórico, la victoria de la clase burguesa, nacida entre la monarquía absolutista y el pueblo, no es más que la instauración de capitalismo, que trajo la libertad de mercado, de reunión, de credo y de opinión, y a la que Noam Chomsky añade la de explotación. A la libertad de explotación se le trató de poner freno tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial y se le dio el nombre de Estado de Bienestar, es decir, un acuerdo entre el capital y el trabajo para evitar una lucha de clases. La lucha de clases da mucho miedo a la ultraderecha. ¿Pero qué es la lucha de clases?

La ultraderecha querría que no hubiera más que dos clases, pero ya sabemos que, por lógica, si hay clase media es porque hay una clase por arriba y otra por abajo. O varias, no sé. En nuestro país, el 1% posee el 24,2% de la riqueza patrimonial, mientras que el 50% restante solo el 6,75%. Entre quienes ingresan decenas de miles de euros (no siempre laudables y otras veces por corrupción) y quienes reciben el salario mínimo interprofesional, se entregan a la precariedad o se acogen al subsidio del paro, ¿dónde está la clase media? Esta indefinición acaba por cabrear.

La verdad de las verdades es que la clase media parece una goma que se estira y encoge. Pese al pacto de posguerra seguía habiendo clases, solo que, con la creación de neoliberalismo y la globalización, la brecha entre unas y otras se fue haciendo abismal y la clase media se fue empobreciendo y reduciendo a una aspiración. Pero no por culpa del Gobierno de coalición, ciertamente social-demócrata...

Y en esas estaba yo cuando enfrente se paró un romancista. Vestía camisa y pantalón gris pardo, corbata negra, correajes y botas altas y un bigotito recortado bajo la nariz. Empezó su romancero con una mímica que recordaba a Chaplin interpretando a Hitler y el de la clase media se reía hasta que comprobó que no era un disfraz de carnaval.

* Comentarista político

Suscríbete para seguir leyendo